Diego Castillo
Socio Estudio Hernández & Cía
Uno de los no pocos cambios a nuestra forma de vida en pandemia es la adaptación de muchas empresas al esquema de trabajo remoto. Según estimaciones del INEI, solo en Lima Metropolitana cerca del 60% de empresas habría migrado a alguna modalidad de trabajo remoto.
Podemos hablar de los beneficios que esta adaptación ha generado a los empleadores -ahorro de servicios y costos de infraestructura- y a los trabajadores -conciliación de la vida familiar y profesional, recuperación del tiempo de desplazamiento, entre otros-, así como los beneficios indirectos que tal esquema de trabajo representa en general -reducción del tráfico, alivio en el transporte público -.
Sin embargo, teniendo en cuenta de que estamos ante un esquema de trabajo que no solo se prolongará en el tiempo, sino que se extenderá conforme más empresas se adapten tecnológicamente para ello, conviene analizar los retos que tenemos para que el trabajo remoto sea una política nacional exitosa.
Fiscalización: Un primer reto es entender que en el trabajo remoto debemos abordar la normativa laboral general de manera distinta. La fiscalización del empleador ya no amerita necesariamente el cumplimiento de una hora de ingreso y salida, sino que ahora se traduce en el cumplimiento de entregables, consecución de resultados y medición de métricas (más fáciles de obtener a raíz de las aplicaciones que la tecnología nos provee). Sobre la base de esta nueva realidad es que el empleador (y Sunafil) debe abordar la aplicabilidad de las normas generales al trabajo remoto.
Responsabilidad de todos: Este cambio conlleva una gran responsabilidad, no solo del empleador, a quien usualmente se le atribuye en gran medida el éxito o no del cambio de paradigma de trabajo, sino también del trabajador. El empleador tiene la responsabilidad de dejar en claro cómo funcionará la política de trabajo remoto en la organización y proveer los canales de comunicación adecuados para su ejecución. No obstante, sin el compromiso y responsabilidad del trabajador, el trabajo remoto puede fracasar. Por más que suene contradictorio con la idea tradicional del derecho del trabajo, la autonomía del trabajador para decidir cómo y cuándo ejecuta las labores encargadas bajo un esquema de trabajo remoto -en consonancia, por supuesto, con el derecho a la desconexión digital- es fundamental para el éxito de este nuevo esquema en la organización.
Las prácticas gubernamentales: Ha hecho bien el Estado en promover el uso del trabajo remoto durante el estado de emergencia sanitaria. ¿De qué otra manera puede seguir promoviéndolo pospandemia? Creando los incentivos tributarios para ello, o sin ir tan lejos, permitiendo la deducibilidad de gastos requeridos para la ejecución de esquemas de trabajo remoto, evitando establecer criterios restrictivos o irrazonables para ello. En muchos casos el empleador propondrá compartir gastos del hogar del trabajador que a la vez permitan el trabajo remoto; evitar la deducibilidad de tales gastos o establecer restricciones irrazonables para su deducción, desincentivará el uso del trabajo remoto.
Es una buena noticia el uso del trabajo remoto, incentivémoslo.