La empresa sigue manteniendo su canal tradicional, pero también va ganando protagonismo su canal digital. (Foto: Fortinet)
La empresa sigue manteniendo su canal tradicional, pero también va ganando protagonismo su canal digital. (Foto: Fortinet)

Por: Rosa Bonilla - Jefe de relaciones institucionales y sostenibilidad de Entel

Podemos decir que en la “Era Digital” la sostenibilidad siendo un fin también es un medio. Pues lo digital, por un lado, acorta distancias, reduce tiempo de procesos, evita que imprimamos documentos. Por el otro, agiliza procesos, dinamiza flujos, mejora experiencias, plantea escenarios de innovación. En síntesis, nos permite anticiparnos al cambio, siendo competitivos, pero a la vez maximizando recursos.

Plataformas de comunicación, documentos digitales, transacciones en línea son algunos ejemplos de cómo la era digital viene ahorrándonos tiempo, dinero, combustible, papel y una serie de recursos que nos impactan social, económica y ambientalmente a las personas y a las organizaciones.

Sin embargo, nos plantea un nuevo reto. Empezar a medir la “huella de carbono” de la tecnología. O sea, no podríamos decir que todo lo digital genere menos emisiones o gases de efecto invernadero en relación con lo no digital.

Ello pues lo que le “cuesta” al medio ambiente la tecnología y las plataformas digitales, no es poca cosa. Basta con echar una mirada al tiempo que llevan conectados los servidores a la energía convencional que emplea combustible fósil. En el caso de EEUU, por ejemplo, el consumo de energía de sus data centers se ha triplicado en la última década.

Otro claro ejemplo es el caso de los propios dispositivos móviles. Aquella extensión de nosotros mismos que nos despierta por las mañanas y, por la noche posiblemente, es lo último que miramos antes de dormir. Ese mismo aparato que nos conecta con el mundo entero, con nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras compras, nuestros egos inclusive -redes sociales mediante- requiere energía para funcionar.

Además de requerir energía para funcionar, la misma que también normalmente es convencional y proveniente de un combustible fósil, ese mismo dispositivo está condenado a la obsolescencia o a dejar de funcionar por razones diversas. Entonces pasa a convertirse en un desperdicio.

Este nuevo reto que nos plantea la era digital nos compete a todos los actores involucrados en su uso. Pero, principalmente, a los fabricantes y comercializadores de los mismos. Entonces, este mundo cambiante que nos plantea nuevas normalidades también requiere que nos responsabilicemos por el costo de lo digital.

Es por ello que las empresas de telecomunicaciones en el Perú debemos reciclar un porcentaje de la importación o adquisición de equipos celulares que realicemos. Con el objetivo de convertir lo que se pueda reutilizar (más del 90%) en metales y plástico y el resto desecharlo responsablemente para que posteriormente esta materia prima se vuelva a usar para la fabricación de nuevos dispositivos. Es así como funciona la “minería urbana”.

Pero eso no es todo, esta obligación debería además ir de la mano de campañas de sensibilización orientadas al usuario final, nuestro principal aliado en la reducción de esta huella, de estas emisiones y potencial emisión de gases de efecto invernadero.

Pero eso no es todo, si hablamos nuevamente de la energía convencional que empleamos para recargar las baterías de los celulares y de esta “nueva huella” de la era digital, lo que toca también es empezar a promover el uso de energía limpia. Hay bastante pan por rebanar en esta mesa. Sin embargo, si las voluntades del sector público y privado empiezan a encontrar puntos de convergencia con el objetivo de reducir las emisiones de CO2, habremos encontrado un punto de partida.

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