Protestas en Chile. (Foto: EFE)
Protestas en Chile. (Foto: EFE)

Una de las conclusiones más importantes luego de esta etapa tan convulsionada en América Latina, podría ser que ningún país de la región podrá realizar en adelante una verdadera reforma o cambio profundo que pueda ser, que se perciba, o que se presente a la población –por sectores opositores- como antipopular.

Lo sucedido en Ecuador fue una clarinada de alerta que parece ningún país tomó realmente en serio. Pero luego de lo que ocurrió -y sigue ocurriendo- en Chile, es muy probable que los gobiernos y políticos de la región hayan quedado traumatizados, y no tengan ninguna intención de ser los próximos en la lista.

De aquí en adelante, cualquier medida que pueda generar la sospecha de que podría irritar a la población será postergada o desechada; y cualquier sector que se oponga a una medida gubernamental determinada, podría alentar la sombra de Ecuador o Chile para debilitarla.

Las capitulaciones de Moreno y Piñera, después de tratar de mostrar una firmeza y decisión que no pudieron sostener –lo que los ha debilitado aún más los ha llevado no solo a dar marcha atrás en sus medidas, sino a pedir perdón -cada uno a su manera- y a conceder mucho más de lo que ellos mismos hubieran pensado siquiera, cuestionando severamente -ellos mismos- su autoridad y el modelo que defendían.

La protesta y el retroceso gubernamental no son ajenos a nuestro país. Ejemplos hay muchos, aunque el antecedente más reciente y relevante –aunque muy lejos de parecerse a lo sucedido en nuestros países vecinos, pero que podría convertirse en un nuevo presente, porque todavía está pendiente la respuesta definitiva- es el de Tía María.

Si han sido muchos los temas y las reformas que han quedado en algún cajón por temor o excesiva cautela, queda claro que seguirán encarpetados por un buen tiempo. De aquí en adelante, y no sabemos por cuánto tiempo, ese cuestionamiento estará presente en cada país, y, sobre todo, en aquellos que se preparan para tener nuevos gobiernos y para llevar adelante procesos electorales, beneficiando a ciertas opciones políticas, y asustando a otras.

Esta situación significa un verdadero reto para los presidentes actuales y los que serán elegidos en adelante, y para los nuevos congresos, porque los llevará a tener que gobernar mirando bien el horizonte sin perder de vista la realidad, pero sabiendo delimitar claramente el bienestar popular del populismo, y la necesidad de cambios de la demagogia.

Pero significa también un reto para los empresarios y sus gremios, porque les genera la necesidad de empezar a mirar el escenario desde otra perspectiva, y proponer -ellos mismos- cambios que impidan que estos lleguen radicalmente como respuestas desesperadas del Gobierno, como ha sucedido en Chile, en donde muchos temas controversiales cuya discusión se venía dilatando, de pronto y contra la pared, se han puesto sobre la mesa por decreto.


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