Reto. Lograr que nuestras mypes alcancen niveles de calidad y productividad que les permitan insertarse en cadenas de valor formales.
Reto. Lograr que nuestras mypes alcancen niveles de calidad y productividad que les permitan insertarse en cadenas de valor formales.

Hace unas semanas, fui panelista en una presentación sobre las lecciones de Silicon Valley (SV). Hay indudablemente algunas lecciones de SV. Entre ellas, por ejemplo, la importancia de la innovación colaborativa. Pero SV tiene un ecosistema único, una historia particular y recursos humanos y financieros inmensos. Ningún país ha logrado reproducir su éxito. Y ningún país serio está tratando de hacerlo.

Debemos partir de nuestras fortalezas y capacidades actuales (no las que deseamos tener). Desde la perspectiva de la innovación y el conocimiento, y su impacto sobre la productividad, el Perú tiene dos grandes retos macroeconómicamente relevantes:

Primero, lograr que nuestras ventajas comparativas, en especial en recursos naturales (RR.NN.), sirvan de plataforma para generar capacidades que nos permitan sofisticar nuestro aparato productivo y además nos dejen bien apertrechados para el futuro en términos tecnológicos.

Segundo, lograr que una parte significativa de nuestras mypes alcance niveles de calidad y productividad que les permitan insertarse en cadenas de valor formales.

Comencemos por el primer reto. Nuestras ventajas comparativas actuales están en los RR.NN. Pero estas deben ayudarnos a generar recursos y capacidades (sobre todo tecnológicas) que nos permitan consolidar comparativas dinámicas en más —y más sofisticados— sectores.

Solía asociarse “industria” a “modernidad”, y “recursos naturales” a “atraso”. Pero los cambios en los métodos productivos hacen que la diferencia entre la industria (manufacturera) y los sectores de RR.NN. sea menos relevante hoy. Los métodos productivos avanzados (en muchos sectores) implican ciclos de aprendizaje cortos y mejoras continuas. Por ejemplo, nuestras empresas agroexportadoras modernas funcionan como fábricas con alta (y creciente) productividad tanto en el campo como en las plantas de packing, muchas en la vanguardia mundial, y con capacidades logísticas de entregar productos frescos a consumidores distantes.

Pero debemos hacer mucho más. Incluso en la agroexportación estamos lejos de maximizar su potencial. No se han desarrollado plenamente clústeres (o ecosistemas) con múltiples relaciones de innovación colaborativa entre actores de la cadena de valor (upstream y downstream) y los de servicios laterales (I+D, servicios de extensión, logísticos, financieros, etcétera). El sector está aún dominado por empresas grandes que innovan poco e intramuros. Tampoco se ha dado, por ejemplo, desarrollo de maquinaria agrícola, como en Argentina y Brasil.

Al fortalecer los ecosistemas alrededor de nuestros RR.NN., no solamente maximizaríamos el potencial de dichos recursos, sino que podremos desarrollar capacidades en biotecnología, nanotecnología, automatización, etcétera, que nos permitan acumular capacidades para el futuro. Esta estrategia seguramente no bastará para generar suficiente buen empleo para los peruanos. Tiene que ser complementada por una segunda: ayudar a que nuestras mypes con potencial se inserten en cadenas de valor formales y dinámicas. No es solo una cuestión de regulación excesiva. Es tener capacidades limitadas (como empresas) para satisfacer estándares de calidad y regulaciones razonables. Dar el salto para satisfacer dichos estándares y regulaciones requiere inversión y es riesgoso. Para reducir estos costos de transición son necesarios los servicios de extensión y de transferencia tecnológica (tanto públicos como privados).

Por supuesto, mientras más se avance en el primer reto (usar los RR.NN. como plataforma de salto tecnológico), más viable será insertar a las mypes en los clústeres de RR.NN.

¿Qué debemos hacer? Hay algunos primeros pasos
evidentes:

Primero, colocar los temas de innovación, ciencia y tecnología y extensionismo en el centro de la discusión sobre productividad y desarrollo económico. Actualmente están en la marginalidad.

Segundo, entender que la innovación no es solo tecnológica, y que tan importante como buscar la innovación de punta es lograr que el conocimiento ya existente del país fluya hacia el mayor número posible de actores, especialmente a las empresas más pequeñas.

Tercero, la rentabilidad ex post de la innovación privada depende de la existencia de insumos públicos complementarios (infraestructura, capital humano, financiamiento, etcétera) que están fuera del alcance de las entidades que impulsan la innovación: Concytec, el ente rector, y Produce. Es indispensable crear una Mesa Ejecutiva que coordine a los actores públicos y privados relevantes. Y trabajar con logros de corto plazo, pero construyendo para el largo plazo.

Cuarto, fortalecer las redes de conocimiento y a los agentes articuladores. Esto debe incluir iniciativas de apoyo a clústeres y, también, a los brazos ejecutores del Estado a cargo de I+D y transferencia tecnológica, particularmente el INIA (y sus centros experimentales), el ITP y los CITE.

Quinto, alinear todos los fondos concursables del Estado, que funcionan con eficiencia diferenciada, para aumentar su impacto en la productividad.

Sexto, prorrogar la Ley 30309, cuyo impacto ha sido favorable. En los primero dos años se aceptaron casi 100 millones en proyectos de I+D, bastante por encima de lo esperado. Pero para llegar a niveles mucho mayores es necesario fortalecer su implementación.

Como es natural, surgirán nuevos pasos y retos a medida que avancemos. Pero es importante ponernos de acuerdo en una visión. Debemos evitar el pensamiento facilista de copiar modelos exitosos en realidades tremendamente distintas a la nuestra. Y debemos partir de lo que ya tenemos, no de lo que deseamos tener. Podemos seguir trayendo a conferencistas que hablen de temas glamorosos y usen palabras muy de moda, pero no nos van a ayudar a avanzar.

Por Piero Ghezzi