Periodista
La decisión del Tribunal Constitucional (TC) de admitir a trámite la demanda competencial presentada por el Ejecutivo, y simultáneamente rechazar la medida cautelar que buscaba paralizar el proceso en el Congreso, es, sin duda, una derrota de la estrategia legal y política del gobierno en todo este asunto.
Por la decisión, y por lo señalado por la Presidenta del Tribunal a los medios de comunicación, pareciera que el TC va a orientar sus esfuerzos a tratar de evitar que en el futuro la causal de incapacidad moral sirva para vacar presidentes por “quítame esta paja”. Pero también parece que se ha sumado a quienes creen que el Presidente le debe explicaciones al país, y debe dárselas de una vez.
Definitivamente no fue una buena idea tratar de evitar –por todos los medios, y con todas las justificaciones posibles- que el Presidente dé explicaciones claras y contundentes sobre el contenido del audio que el mismo Jefe de Estado reconoció como real. Tampoco fue un buen recurso salir a pedir disculpas por los errores o las traiciones de otros, cuando lo que estaba en cuestión eran las palabras y la participación del mismo Presidente en ese audio.
Si, como dijo el Jefe de Estado, todo se trata de un asunto personal y en el que –según él- no hay nada sospechoso ni delictivo, y, ante la dimensión que el asunto tomó, debió –frente a la ineficacia de sus acciones anteriores- enfrentar la sesión de hoy sin recurrir al TC para eludirla.
A pesar de que en el Parlamento pueden confluir –intencionalmente o no- intenciones e intereses de todo tipo, la aprobación de la moción de vacancia no era la aprobación de la vacancia. Es verdad que esta lo lleva a ese Congreso a dar las explicaciones y a oír todas las intervenciones (con el riesgo y el malestar que ello implica), pero –si no quería recibir a la Comisión, ni dar las explicaciones que el país esperaba- eso –si no hubiera recurrido al TC- podía ser una oportunidad –así lo hubiera visto un buen político como Belaúnde, Bedoya, o Barrantes-, porque se hubiera visto como un acto de coraje, el verdadero deseo de poner el pecho, teniendo una buena posibilidad de salir victorioso y hasta victimizado por las intervenciones duras, destempladas, y quizás hasta insultantes de los congresistas, y porque –de acuerdo a lo que ya se sabía- no hay los votos para la vacancia.
Luego de la decisión del TC, las cosas se pueden ver como que el Presidente es obligado a ir después de tratar de eludir la citación con recursos legales. Pero todavía puede enfrentar la situación con resultados positivos.
Si va hoy el mismo Presidente, ofrece todas las explicaciones que hasta ahora no ha dado, y –con la sencillez y humildad que hasta ahora no ha mostrado- pide sinceras disculpas al país por sus errores, muy probablemente hoy mismo termine la crisis política, luego de la cual deberá reestructurar un gabinete que, en algunas carteras, parece ser parte del problema y no de la solución.