Foto: Pixabay.
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Por: Itala Bertolotti, socia del

La innovación tecnológica ha revolucionado los mercados financieros en todo el mundo generando una transformación que conlleva beneficios y riesgos en el sector, así como nuevos retos para los entes reguladores. Es así como en los últimos años las , fintech (financial technology), desarrollan nuevos modelos de negocio, productos o procesos que proveen soluciones financieras haciendo uso de la tecnología a favor de la población no bancarizada actualmente desatendida, así como a los actuales usuarios de los servicios o productos financieros tradicionales, con la finalidad de reducir los costos de transacción y brindar una mejor experiencia a los usuarios.

El año pasado en el Perú existían 47 startups del ámbito fintech. Los servicios brindados por las fintech son diversos, tales como plataformas de financiamiento (24%), soluciones de pago y envío de remesas (21%), asesoría financiera, entre otros. La existencia de las fintech en nuestro país es el resultado de la falta de inclusión de gran parte de la población al sistema financiero. En Perú solo el 30% de las personas están bancarizadas según la Asbanc. Tanto los individuos como las pymes carecen de ofertas de servicios y productos financieros que se ajusten a sus necesidades, por ello el ámbito de desarrollo de las fintech es prometedor.

Si buscamos acelerar el desarrollo de la innovación tecnológica financiera, debemos crear un ámbito regulatorio que otorgue certidumbre jurídica y flexibilidad a las fintech, así como protección a los usuarios en los nuevos modelos de negocios y productos ofrecidos por ellas. Es así como la cultura innovadora y el apoyo de las autoridades son factores determinantes para fomentar la industria de fintech a nivel mundial. De acuerdo al informe de Deloitte Connecting Global FinTech: Interim Hub Review 2017, en el cual se analizan 44 ciudades claves del sistema mundial de fintech, la regulación es esencial para su desarrollo.

Es así como una adecuada regulación de las fintech puede promover la innovación tecnológica sin perder de vista la protección a los consumidores y los cuidados necesarios para reducir el riesgo de fraudes, el uso indebido de la información personal de los usuarios, así como el lavado de activos y financiamiento del terrorismo. Asimismo, una inadecuada regulación puede imponer barreras de acceso al mercado generando incertidumbre en el emprendedor y mayores costos los cuales son trasladados al usuario siendo ello un detrimento para el ecosistema de las fintech.

Diversos países han desarrollado sandboxes regulatorios para convertirse en hubs internacionales en la innovación financiera. Es así como Reino Unido, que puso en marcha el primer regulatory sandbox a mediados del 2016; Singapur, Hong Kong, Australia, Holanda, México, Luxemburgo, Emiratos Árabes, Canadá, Malasia, entre otros, han desarrollado sus propios sandboxes regulatorios. Asimismo, hay nuevas ciudades que se abren paso para ser reconocidas como promotoras de la fintech, tales como Chicago, Estocolmo y Copenhague.

El término sandbox proviene del ámbito de las TIC como un entorno de pruebas (“caja de arena”) para testar nuevos programas o aquellos considerados no fiables de forma que se crea un espacio seguro para experimentar con tecnología e innovación.

Este concepto ha sido traslado al campo de la economía digital mediante el sandbox regulatorio consistente en un espacio de pruebas de nuevos productos y servicios financieros donde existe la necesidad de desarrollar un marco regulatorio específico para modelos emergentes. El objetivo primordial es permitir que un nuevo modelo de negocio sea probado por personas en el mercado real que permita a la fintech conocer la viabilidad o no del negocio, durante un determinado periodo, en el cual no se requiera el cumplimiento de las estrictas disposiciones normativas del ente regulador.

El regulador y las fintech requieren unir esfuerzos con la finalidad de definir: i) los participantes, los cuales pueden ser las empresas supervisadas por el regulador y/o aquellas que no lo están pero brindan servicios similares a los ofrecidos por las empresas supervisadas en el mercado financiero; ii) los criterios de admisión al sandbox, basándose principalmente en aquella innovación tecnológica aplicada al servicio financiero que demuestre la necesidad de un periodo de prueba y a su vez garantice una gestión de los riesgos al consumidor; iii) la duración del periodo de prueba. En el caso del Reino Unido, la Financial Conduct Authority (FCA) establece un plazo de seis meses y iv) las herramientas de supervisión del ente regulador, ya sea mediante la emisión de una autorización restringida para el desarrollo de las actividades, inaplicación de normas concretas o la renuncia a presentar acciones legales durante el periodo de prueba ante un eventual incumplimiento.

Es así como nuestro país podría atraer empresas, talento y fortalecer el ecosistema de startups con el objetivo de convertirnos en el hub regional latinoamericano de las si lográramos reducir la rigidez normativa y barreras de entrada mediante un adecuado sandbox regulatorio que permita a las fintech la reducción del tiempo de salida al mercado a un bajo costo, un rápido conocimiento de los proyectos viables de aquellos que no lo son y un mayor acceso a la inversión de terceros debido a la certidumbre jurídica que conlleva el sandbox, eliminando costos e ineficiencias en un mercado que crece vertiginosamente.