(FOTO: GEC)
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Fernando Guinea

Desde hace varios lustros, 30 años para ser exactos, el Perú ha protagonizado una historia de éxito económico a nivel internacional. Una economía abierta de libre mercado que promueve el libre comercio, la disciplina fiscal, la estabilidad jurídica y una política monetaria independiente liderada por el BCR fueron piezas fundamentales en ese sentido.

La memoria puede resultar corta así que no olvidemos que esta historia de éxito ha sido impulsada y amplificada por el crecimiento del sector privado y el liderazgo de miles de empresarios que apostaron y siguen invirtiendo en el Perú por sus sólidos fundamentos macroeconómicos y el respeto a las reglas del juego establecidas en nuestra constitución política (capítulo económico). Obviamente, no somos ciegos. Sin lugar a duda, la crisis actual ha desnudado una serie de realidades que revelan grandes brechas en el acceso a infraestructura y servicios públicos. No obstante, ello no puede servir de excusa para retroceder en el tiempo y dejar de lado al sector privado como gran impulsor de la economía y generador de millones de fuentes de empleo.

Durante los últimos meses, hemos sido testigos de múltiples iniciativas de empresas nacionales y extranjeras con presencia en el país. Las acciones han sido diversas: transferencia de recursos, donaciones, prórroga de pagos, propuestas de reactivación económica, inversión en I+D útil para la contingencia actual, etc. Sumado a ello, miles de negocios han redefinido su core business para atender necesidades actuales, sobrevivir e intentar mantener la mayor cantidad de empleos a flote. En contraste, la gestión pública genera alarma. Por dar un ejemplo, el nivel de gasto en medicinas ha alcanzado apenas el 30% de lo estimado y esto genera preocupación. No en vano una reciente encuesta de Datum ha revelado que un 86% de empresarios de grandes y medianas empresas señala que el gobierno no hace lo suficiente por impulsar los temas económicos, cuando en abril era el 68%. Sin embargo, las autoridades no se están dejando ayudar por el sector privado. No nos escuchan, pero -a modo de autocrítica- nosotros tampoco nos hemos hecho escuchar.

Debemos entender la importancia del sector privado y su impacto en la economía peruana. Según información reciente del MTPE, más del 60% de empresas del sector formal no estuvieron permitidas de operar durante la cuarentena, lo que afectó al inicio a 1.7 millones de trabajadores formales, llegando hoy esa cifra a 2.3 millones de peruanos que perdieron sus empleos, y seguramente más. A pesar de protagonizar un papel tan relevante en la economía del país, lamentablemente, el sector privado no se articula ni se conecta. No ha armado un discurso unificado y, más bien, se ha mostrado vulnerable, titubeante y ha permitido que el Congreso avance con proyectos contraintuitivos que -si se llevan a cabo- afectarán dramáticamente a miles de empresas y, en consecuencia, al bienestar de millones de familias. Es el momento de unirse y de “arriar banderas” de lucha contra la ineficiencia, la falta de capacidad de gestión y la corrupción para sacar adelante a nuestro país.

¿Cómo pueden las empresas privadas trabajar juntas para que sus acciones sean más potentes? El sector privado debe unirse y cobrar la fuerza que necesita, sumando al Ejecutivo en una planificación estratégica que funcione, como fue en el caso de Ecuador, y como ejemplo la ciudad de Guayaquil que revirtió su dramática situación de manera eficaz y rápida por trabajar conjuntamente sector público, privado y la Iglesia de manera articulada y bien planificada. Debido a decisiones erróneas, vinculaciones políticas poco convenientes y torpes estrategias de comunicación, muchos gremios empresariales en el Perú han perdido prestigio y capacidad de influencia. ¡Necesitamos renovarlos! Y con carácter de urgencia… Un rebranding, nuevas maneras de comunicarse con los grupos de interés o stakeholders y -principalmente- una vocación genuina por generar un impacto social positivo deben ser las anclas para esta renovación. De lo contrario, políticos con miopía económica y vocación populista, seguirán ganando terreno y perjudicando a las generaciones futuras por estar legislando para la próxima elección. Ya sabemos hacia dónde nos lleva esa manera de hacer política y de intervenir en la economía. ¡Que la historia no se repita!



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