Peter Anders. Es una decisión trascendental que debemos meditar con muchísimo cuidado, dejando de lado traumas, revanchismos, rencores o antipatías.
Peter Anders. Es una decisión trascendental que debemos meditar con muchísimo cuidado, dejando de lado traumas, revanchismos, rencores o antipatías.

Peter Anders

Presidente de la Cámara de Comercio de Lima

Los próximos días son cruciales, decisivos para el futuro del país, pues este domingo debemos acudir una vez más a las urnas para decidir en manos de quién confiaremos el gobierno de nuestro Perú.

Es una decisión trascendental que debemos meditar con muchísimo cuidado, dejando de lado traumas, revanchismos, rencores o antipatías, pues lo que está en juego es el presente y futuro no solo de nuestro país, sino esencialmente el de nuestros padres y hermanos, el de nuestros hijos y nietos, el de nuestra familia y, en definitiva, nuestro propio destino individual.

En las últimas semanas, la Cámara de Comercio de Lima emprendió una campaña sobre la importancia y la defensa de la libertad, poniendo énfasis en la trascendencia que esta tiene en nuestra vida cotidiana.

Hoy la libertad cobra un especial significado, especialmente en estos momentos en que en otros países de la región, vecinos del Perú, se ha logrado imponer y se está pretendiendo imponer por la fuerza del vandalismo y las protestas disfrazadas de reclamos ciudadanos, regímenes totalitarios que ambicionan implantar ideologías del pensamiento único, donde quien difiere es descalificado, agredido, humillado y perseguido.

Los que propugnan este tipo de regímenes son los que pretenden ordenarnos, desde su ficticia autoridad moral, desde la mendaz altura intelectual que ellos mismos se han erigido, en qué debemos invertir, dónde y en qué debemos trabajar, qué productos debemos comprar o consumir y qué uso debemos dar al dinero que ganamos con el esfuerzo de nuestro trabajo.

No solo eso, sino que también ambicionan decidir el tipo de educación que debemos dar a nuestros hijos, en qué colegios deben estudiar, qué debemos decir, leer o publicar, qué debemos ver y oír en la radio y la televisión, de qué nos podemos reír y hasta si debemos tener un Dios en el cual creer y rezar.

Tengamos en cuenta que de nuestra decisión dependerá quiénes serán los responsables de conducir a nuestro país en esta hora tan difícil, en la que se encuentra sumido en una aguda crisis sanitaria y económica, producto de uno de los peores y más negligentes manejos de la pandemia que se haya hecho en el mundo.

Todos somos testigos de sus resultados desgarradores: miles de muertos porque no recibieron la más mínima atención médica ni oxígeno, enfermos con efectos colaterales que arrastrarán de por vida, centenares de grandes, medianas y pequeñas empresas quebradas y millones de desempleados y familias que han vuelto a caer en la extrema pobreza.

Y, por si fuera poco, tenemos latente la amenaza asesina y destructiva del terrorismo aliado del narcotráfico, que controla una extensa área de nuestro territorio, donde impone la muerte y el horror.

En estas condiciones recibiremos el bicentenario de nuestra independencia, viviendo un calvario en lo que debería haber sido una celebración.

Frente a esta situación lo responsable es optar por un gobierno que ofrezca un mínimo de condiciones y capacidad organizativa y profesional para enfrentar esta tragedia.

Pero, a la vez, que sea capaz de corregir todo aquello que no funciona del actual modelo económico, que elimine y sancione los abusos que se han cometido a su amparo, que haga que el crecimiento y especialmente el desarrollo y bienestar lleguen a todos los peruanos.

Debemos entender ahora -porque tal vez no haya otra oportunidad-, que es imperioso reenfocar nuestro objetivo como país, para que no haya quienes se sientan excluidos del sistema, al punto de ser capaces de ponernos a todos al borde del abismo.

Esto nos lleva a dejar en claro que no podemos ni debemos optar o confiar en quienes han hecho de la improvisación, la incapacidad, las amenazas de perpetuarse en el poder, los chantajes confiscatorios, el divisionismo entre peruanos y de la venganza, su plan de gobierno.

No rehuyamos a nuestra obligación y derecho de elegir, es tiempo de dejar de lado la cómoda posición de dejar que sean otros los que decidan, de eludir nuestra responsabilidad.

Nunca como antes ha estado tan en juego el futuro del Perú. Está en nuestras manos evitar que tomemos un camino equivocado que nos llevará a más muertes, mayor ruina económica y pobreza, pues se trata de un camino del que no solo nos arrepentiremos nosotros sino también nuestras siguientes generaciones.

Recuperemos el optimismo y vayamos a votar; con fe, alegría y convicción, sabiendo que contribuiremos a que volveremos a ser un solo equipo que junto, unido, construya un mejor país con oportunidades para todos. Es hoy.

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