Comprobamos hoy que hemos vivido desde marzo en medio de la improvisación, las medias verdades, las discutibles cifras, la mala gestión y los anuncios al viento. (Foto: Gonzalo Córdova | GEC)
Comprobamos hoy que hemos vivido desde marzo en medio de la improvisación, las medias verdades, las discutibles cifras, la mala gestión y los anuncios al viento. (Foto: Gonzalo Córdova | GEC)

Por Enrique Castillo, periodista

En el 2020 –y hasta el último día– los peruanos hemos vivido uno de los peores años de toda nuestra historia (no podemos olvidar los sangrientos momentos de la demencial barbarie terrorista), bajo la sombra de la confrontación, la incertidumbre, el temor, el populismo y la frustración.

A todo esto se contrapuso la resistencia, el valor, la fortaleza y la capacidad de resiliencia de una gran mayoría de peruanos, que a pesar de la irrupción intempestiva y letal del coronavirus, y de los “esfuerzos” de los gobiernos de turno que hemos tenido en este año y del Congreso, nunca bajó los brazos, y se vuelve a levantar luego de cada caída.

El coronavirus puso de vuelta y media al mundo entero que se vio desbordado y atemorizado. Y aún ahora, con sus variantes y olas que azotan en distintos continentes, sigue cobrando vidas y generando más contagios y zozobra, así como nuevas dudas, temores y más incertidumbre.

Pero a pesar del pernicioso comportamiento de este letal virus, la mayoría de los gobiernos del mundo –y sus respectivas instituciones– hicieron y hacen denodados esfuerzos para hacerle frente. Y lo hicieron desde un comienzo, peleando con anticipación –o con uñas y dientes– por pruebas de detección, por mascarillas, por plantas de oxígeno, por camas UCI, y ahora por las vacunas. No fue nuestro caso, en todo este año hemos llegado tarde a todo, y hemos conseguido muy poco o casi nada.

Hoy vemos con impotencia y frustración que nuestros vecinos ya inician su proceso de vacunación, mientras nosotros apenas estamos tratando de cerrar acuerdos. Como antes veíamos a las naciones cercanas tener pruebas moleculares, mascarillas y plantas de oxígeno que nosotros no comprábamos, a pesar que el presidente de turno y su ministra de Economía nos decían que había mucho dinero y que no se escatimarían esfuerzos.

Comprobamos hoy que hemos vivido desde marzo en medio de la improvisación, las medias verdades, las discutibles cifras, la mala gestión, y los anuncios al viento. Mucho mensaje a la Nación y muy poca eficacia. Mucha confrontación y escaso resultado. Mucha popularidad y muy poco fruto. No es novedad para nosotros, aunque parece serlo para los que empiezan a tomar distancia de esa gestión.

¿Sorprende la actuación del Congreso?, ¿de verdad alguien pudo creer que un Congreso que se elegía a unos meses de las elecciones generales iba a ser responsable, desprendido, desinteresado e iba a pensar solo en la estabilidad del país?

Desde que se anunció su convocatoria se señaló que el Congreso iba a tener una agenda populista, con un claro tinte electoral. Y que las normas que se iban a aprobar iban a buscar reforzar la campaña de los partidos allí representados. Era un combo electoral. Y Vizcarra cosechó lo que sembró. Lo grave es que su único fruto y su herencia nos enfrenta a un problema diario.

El Gobierno actual no termina de dar la talla. Como el de Vizcarra, reacciona tarde, improvisa, sigue en el ensayo y error. No aprende de los errores del pasado reciente. Flota, como queriendo llegar al 28 de julio con la menor cantidad de pasivos y de problemas. Pero no le será fácil. También enfrentará temores, incertidumbre, zozobra, populismo y frustración.

¿Cuáles son los retos del actual Gobierno? La vacuna como prioridad, saber atender la segunda o tercera ola, perder el miedo a decidir y gobernar (decir que es de transición no es excusa para no liderar o resolver), luchar contra sus propias contradicciones y descoordinaciones en los próximos seis meses, contra su propia ineficacia y sus limitaciones, y su sesgo morado y académico. Garantizar realmente la neutralidad y transparencia de las elecciones.

Coordinar y concertar con el Congreso también es uno de sus principales retos. No se trata solo de convivir o de dejar hacer para después correr al Tribunal Constitucional. Parece que el Ejecutivo (sobre todo el MEF) le tuviera miedo al Congreso. No hay trabajo arduo en comisiones, no hay trabajo político del Gabinete, no hay estrategia. El Congreso gana por W.O.

En el camino también llegan los conflictos sociales, las provocaciones, las demandas con o sin fundamento. Las estacionales, propias de una campaña electoral; y las coyunturales, las que brotan en medio de situaciones como la pandemia o la crisis económica que nos dejó no solo la pandemia, sino también las discutibles y desproporcionadas medidas de Vizcarra luego del primer mes de cuarentena.

¿Cuáles son nuestros retos?. Saber cuidarnos; pero sobre todo, saber elegir entre tanto candidato que no aparece, que está no habido, que le teme al debate, que quizás no tiene ideas, que tiene miedo, que miente, o que promete demasiado. Tengamos cuidado con volver a patear la misma piedra dos o hasta tres veces.

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