(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Por Rafael Doig Bernuy, médico – cardiólogo, Fundación Instituto Hipólito Unanue

En un escenario pandémico que ha puesto al límite, y que quizá desborde, las posibilidades de nuestro y, que a su vez está requiriendo la participación activa de recursos humanos que ya se han reconocido oficialmente como deficitarios.

En un momento en el que ese escaso recurso humano ha comenzado a ser impactado directamente por la infección viral llegando, el número de médicos infectados, a acercarse al 2% del total de infectados según el , no teniendo data disponible respecto de los otros miembros del equipo de salud.

Siendo el país entero consciente de esto, y expresando su agradecimiento al personal de salud, desde los más sentidos y anónimos aplausos y vivas que se dan desde ventanas y balcones, hasta los más musicales y corporativos conciertos brindados en la alturas y vistos en las redes; se da la posibilidad de reflexionar y compartir un intento de análisis de las características del “contrato social” en el que la actividad médica ocurre y que, más allá de los aspectos “espirituales”, trata de ensayar un entendimiento de los aspectos “prácticos” de la misma y nos brinde la oportunidad de mejorarlos, para no seguir incurriendo en absurdos que vulneran, lesionan, y ponen a prueba la base empática de la actividad del equipo de salud en general y, en particular, la de los médicos que son quienes lo lideran.

Uno de los mayores atributos del médico es la llamada Decisión Médica (Vidal C.,1996), que es reflejo de su percibida condición de profesional “independiente” y aplica a aspectos como su educación (él escoge que especialidad quiere estudiar), la autonomía de sus decisiones terapéuticas con la obvia implicancia sobre los costos de los mismas (que es la causa de mayor discrepancia e incrementa la brecha de entendimiento en la bisagra asistencial-administrativa que requiere la gestión de los servicios de salud); y a diferentes escalas, la preeminencia de un conocimiento técnico que se percibe muchas veces como indiscutible e impacta sobre el seguimiento de conductas en la comunidad.

Otra característica es el multi-empleo (un puesto público -de preferencia nombrado- como cabeza de playa, y múltiples posiciones en el ámbito privado), pero a diferencia de lo anteriormente descrito como atributo, esta es una condición a la que el “mercado” de salud ha inducido a los médicos como mecanismo de defensa por una mezcla de razones: pobre oferta de posiciones, baja remuneración, y nulo estímulo meritocrático en el ámbito público; y en el privado, ausencia de una cartera de servicios estándar, de tarifarios concertados y justos, multiplicidad de financiadores de coberturas de salud (algunos en posiciones oligopólicas) con intereses divergentes, resistencia de los centros prestadores (clínicas, etc.) a comprometer costos laborales de los médicos en planilla y preferir el pago por servicios, o distorsiones en que la evaluación de méritos puede llegar a ser confundida con “rentabilidad”, entre otras razones.

¿Pero cuál es la expectativa de los médicos?, ¿qué características debería tener el empleo ideal que los llevase a desarrollar el máximo de sus potencialidades? Creo, desde mi particular perspectiva, que son tres los aspectos que satisfacen la retribución “global” a la que aspira un médico:

a) Practicar lo que uno aprendió a hacer. La transición del requerimiento del recurso humano en Medicina, ha ido evolucionando hacia la especialización y subespecialización, consecuencia a su vez del desarrollo científico que ha ido expandiendo las fronteras del conocimiento y su aplicación práctica, que finalmente se ha expresado en el aumento de la expectativa de vida al nacer y mayor sobrevida en enfermedades crónicas. En Perú se ofrecen cada año aproximadamente 2188 vacantes de residencia para 46 especialidades y 40 subespecialidades (Pamo O., 2019), más aquellos que realizan esas y otras más en el extranjero y que, al culminar sus etapas formativas, desean encontrar centros donde mantener la satisfacción de la práctica del conocimiento adquirido en centros de alta capacidad resolutiva. En igual medida de importancia, y con el concordante nivel de capacitación, debe darse en el trabajo desarrollado en los niveles primarios de atención que hagan prevención y promoción de la salud.

b) Reconocimiento de pares. Hay profesiones que tienen un alto perfil académico, la médica es una de ellas, y la carrera profesional se da a través de los logros académicos que se vayan acumulando. Tener oportunidades para ejercer la docencia, realizar investigación, formar liderazgo de opinión, pertenecer a grupos de especialistas que devienen en centros de excelencia, son medios para conseguir ese bienintencionado ejercicio del orgullo profesional y el reconocimiento de la sociedad.

c) Retribución económica. Este quizá sea el factor más sensible, el que más variabilidad tiene, y el que más distorsión provoca; sabido es que los salarios en el sector público son bajos. Entonces, la expectativa de obtener mejor remuneración (y donde están las mejores oportunidades) está en el sector privado; sin embargo, por su dimensión reducida y centralismo en Lima, éste tiene una oferta reducida, fragmentada, que muchas veces requiere, además, un rol empresarial del médico (por la inversión en equipos médicos o participación en sociedades) que muchas veces lo aleja de su actividad primordial. Por lo que trabajar en un solo lugar e idealmente bien pagado (ej. planilla), sería lo deseable.

En resumen, una oferta de relacionamiento laboral médico-institucional (público o privado) que contemple de manera integral lo anteriormente descrito, podría ser el punto de partida para un nuevo “contrato social” con aquellos que son ahora tributarios de tantos adjetivos positivos, pero que en términos reales, están desempleados o sub-empleados, y leen incrédulos procesos de convocatoria a plazas médicas en hospitales en las que, sin la certeza de recibir los equipos de protección personal idóneos, sin seguro de vida, con regímenes laborales frágiles y transitorios, y cláusulas de cese automático cuando termine la emergencia sanitaria, se les pide poner en riesgo su vida sólo para ser consecuentes con su vocación.

Sería un buen comienzo en Perú porque, parafraseando a Churchill, ese inmenso ejemplo de liderazgo en tiempos de crisis después de la batalla aérea por Inglaterra: “nunca tantos, les debieron tanto, a tan pocos”.