Redacción Gestión

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Comienza a ser cada vez más evidente la fractura que separa a votantes y consumidores de una élite socioeconómica y política considerada como poderosa y privilegiada durante muchas décadas.

Esta "rebelión de las masas" constituye uno de los acontecimientos más relevantes a los que se enfrentan hoy los países, las empresas, las marcas y la sociedad en general.

"Por ejemplo, en Estados Unidos, ya ni siquiera las cadenas de televisión o los grandes medios de comunicación son las poderosas, sino un caballo desbocado en manos de quien sepa interpretar o representar el valor oculto del sentir de los pueblos", dice Antonio Navalón en El País de España.

Recientemente, Jaime Durán Barba, el exitoso asesor de imagen del presidente Mauricio Macri de Argentina, decía que en una campaña electoral en América Latina sólo el 10% de la opinión pública era influenciada por lo que decían los medios periodísticos y por la publicidad política, mientras que el 90% restante respondía al resultado de lo que la gente "conversaba" en las redes sociales con entendimientos distorsionados sobre lo que pretendía transmitir la campaña.

"Los hijos no obedecen a sus padres, los feligreses no obedecen a los curas, los alumnos no obedecen a sus maestros", resalta Durán Barba.

Los jóvenes descreen de los liderazgos tradicionales y se rigen por una nueva ideología encarnada por personajes como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Larry Page o Sergey Brin.

Esas creencias no tienen relación alguna con las estructuras de poder que se fueron conformando a lo largo de los años a través de los casi omnímodos sectores industriales y financieros que tuvieron una influencia determinante sobre el establecimiento del "pacto social" y sobre el poder político.

En los últimos tiempos, en el repertorio de preguntas que nos hacemos siempre hay una que no falta: ¿qué sucede con los jóvenes? Muchos también se preguntan ¿qué le está pasando a los poderosos?

Me resulta realmente apasionante analizar esta nueva realidad, por lo es oportuno reflexionar sobre lo que el prestigioso analista Moisés Naím escribiera hace unos meses describiendo esta nueva realidad:

"El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas. Presidentes maniatados. Magnates hundidos. Ejércitos impotentes. Obispos sin fieles. Nuevos actores desafían a los dirigentes tradicionales. El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más fácil de obtener, más difícil de usar y mucho más fácil de perder", escribía el autor de "The end of power".

Este fenómeno se repite en la mayoría de los países. Las encuestas son por demás preocupantes. En los últimos años, las cifras de aprobación de los poderes tutelares del Estado se han derrumbado.

Los presidentes de Estados Unidos, China, Rusia y los CEO de los gigantes empresariales JP Morgan, Chase o Shell, siguen teniendo un poder inmenso, pero es mucho menor del que tenían sus antecesores.

Antes, presidentes y directivos no solo se enfrentaban a menos rivales y competidores, sino que además tenían menos restricciones a la hora de utilizar ese poder. Los poderosos, hoy, suelen pagar un precio mayor y más inmediato por sus errores, escrutados constantemente por una población con más conciencia política y más exigente, además del incisivo escrutinio de los medios de comunicación.

"¿Por qué el poder es cada vez más fugaz?, se pregunta el autor. Porque las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes. Y porque han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales".

Naím habla de la revolución "del más". A su juicio, "el siglo XXI tiene más de todo: más gente, más urbana, más joven, más sana y notoriamente más instruida. Y también más productos en el mercado, más partidos políticos, más armas y más medicinas, más crimen y más religiones".

Su conclusión es que "una clase media impaciente, mejor informada y con más aspiraciones, está haciendo más difícil el ejercicio del poder".

Se ha producido una revolución en la manera en que los ciudadanos se comunican, ya sea de una forma organizada a través de las entidades de carácter colectivo, o directamente mediante el ejercicio de su libertad de expresión vía internet.

Un mero "me gusta" es una forma de compartir y emitir juicio más allá de la esfera individual, destaca José Manuel Velasco, Presidente de la Asociación de Directivos de Comunicación de España.

Para finalizar, nada mejor que la famosa frase del gurú Peter Drucker: "Dentro de unos siglos, cuando la historia de esta época se escriba con una perspectiva más de largo plazo, es probable que el acontecimiento más importante identificado por los historiadores no sea la tecnología, ni internet, ni el comercio electrónico, sino un cambio sin precedentes en la condición humana. Por primera vez, literalmente, un número grande y creciente de personas tiene el poder de elegir. Por primera vez, tendrán que autogestionarse. La dificultad: la sociedad no está preparada para eso."