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Llegó la Supervisión Única

Matías ViolaDirector de Asuntos de Supervisión y Regulatorios del BBVA Research Frankfurt

El 4 de noviembre se pondrá en funcionamiento el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) que si bien no supone un gran cambio para la vida diaria de los ciudadanos supone un hito similar al del lanzamiento de la moneda única y es un pilar fundamental de la unión bancaria.

El MUS será uno de los supervisores bancarios más grandes del mundo con más de 20 billones de euros de activos bajo su supervisión directa, en torno al 80% del total de activos de la zona euro. Además, también participará en la supervisión indirecta de más de 3.500 grupos bancarios.

Previo a su efectiva implantación, se han tomado diversas medidas. En primer lugar, se ha desarrollado su normativa de funcionamiento que traspasa las funciones supervisoras al Banco Central Europeo (BCE) y regula la relación entre éste y las autoridades nacionales.

En segundo lugar, se ha dotado de los recursos suficientes para desempeñar esta función con la contratación de una cifra cercana a los 1.000 empleados, con una elevada representación española.

Y, finalmente, se ha realizado un ejercicio de revisión de la calidad de activos y de resistencia de los balances del sistema financiero europeo. Así, se ha demostrado su fortaleza, con unas necesidades de capital de apenas 25,000 millones de euros y en particular del sistema financiero español, sin ningún suspenso, eliminándose así el problema de los legacy assets.

Desde el punto de vista organizacional, el MUS estará formado por 4 direcciones generales.

DG-I y DG-II serán encargadas de la supervisión directa de las entidades más significativas, aquellas que sobrepasen determinados límites cuantitativos o sean importantes dentro de su sistema financiero. En total, unas 30 entidades dentro de la DG-I y unas 90 dentro de la DG-II.

Por otra parte, la DG-III se encargará de la supervisión indirecta de las entidades menos significativas. Y, finalmente la DG-IV desarrollará las políticas horizontales, aquellas que aseguren una homogeneidad en las prácticas supervisoras.

La supervisión efectiva pivotará sobre los Joint Supervisory Teams que estarán formados por miembros del BCE y de las autoridades nacionales, las cuales seguirán jugando un papel relevante.

En cuanto a los retos futuros destaca en primer lugar, la creación de una cultura supervisora única que asegure los mismos estándares supervisores en todos los países participantes. Esto supone "importar" las mejores prácticas de cada uno de los países, ahora 18 y dentro de poco 19, y no asumir las prácticas supervisoras de una autoridad particular.

Esto aseguraría un tratamiento ecuánime a las entidades independientemente de su localización geográfica. La reciente publicación de las Guías de Supervisión ha sido un paso importante en este sentido.

En segundo lugar, establecer una coordinación adecuada con otros supervisores de estados participantes. Si bien la responsabilidad última del diseño y la ejecución de la supervisión recaerán sobre el BCE, las autoridades nacionales mantendrán un papel relevante, no solamente en la supervisión indirecta sino también en la directa.

De este modo, se deberá establecer el marco adecuado de relación entre las autoridades supervisoras nacionales y el BCE. Esta relación está fijada en la normativa reguladora del MUS, pero su efectiva implantación puede no ser tan sencilla, al menos en el corto plazo.

En tercer lugar, debería haber una separación clara de funciones en el seno del BCE. Si bien el MUS es independiente de la función de política monetaria, el decisor último en materia supervisora será el Consejo de Gobierno del BCE.

Por ello, contar con mecanismos adecuados que eviten la injerencia e influencia de ambas responsabilidades del BCE es imprescindible.

En cuarto lugar, la combinación de políticas micro y macro-prudenciales. Estas últimas descansan sobre las autoridades nacionales y pueden ser útiles en la prevención de burbujas financieras. Por ello deberían estar coordinadas a nivel europeo. Ahora bien, evitando su uso para imponer requisitos más exigentes por la "puerta de atrás".

En definitiva, el lanzamiento del MUS es un hito en la creación del proyecto europeo con grandes ventajas en general pero que requerirá la adaptación a una nueva realidad de todas las partes afectadas. Por ello, un período de transición se vislumbra necesario y no se puede ni debe esperar una ruptura total con la realidad anterior.