Redacción Gestión

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"Una simbólica rociada de mujeres," es como Luciana Berger, miembro del parlamento británico por el opositor Partido Laborista, calificó y rechazó la reciente remodelación del gabinete británico, el cual tenía el objetivo declarado de hacer al gobierno menos masculino.

Gritos similares de simbolismos siguieron a la designación el año pasado de Julie Bishop como ministra de Relaciones Exteriores de , lo que la convirtió en la única mujer en el gabinete del país.

Casi en todas partes del mundo las mujeres son minoría en los gabinetes de gobierno. Algunos temen que se les trate como un mero escaparate, haciendo que el gobierno se vea más representativo, pero no otorgándoles carteras significativas ni el apoyo necesario para ser eficaces.

Una nueva investigación sugiere que tales críticas pueden perder infundadas. En un próximo artículo, Maria Escobar-Lemmon y Michelle Taylor-Robinson de Texas A&M University comparan la experiencia y los logros de los hombres y mujeres entre 447 ministros del gabinete en administraciones recientes en cinco países de América: Argentina, , , Costa Rica y .

La experiencia se midió mediante formación académica relevante, puestos en el gabinete anterior y las conexiones políticas; y el éxito fue medido por el número de proyectos presentados, la duración del cargo y si el periodo de ministro en el cargo terminó con el despido o una renuncia forzada.

Si a las mujeres ministro se les dio carteras sin importancia o pasadas por alto por el presidente, los autores razonaron que, probablemente las mujeres producen menos legislación y sean más fáciles de eliminar que a los hombres.

Si hubieran sido nombradas sólo a sesiones de fotografía en los años de elecciones ellas tendrían el cargo de ministro por períodos más cortos. Y si tuvieran menos probabilidades de éxito que los hombres con credenciales similares, sugeriría que estaban siendo tratadas como símbolos, y no se les tomaba en serio.

Pero esto no fue lo que encontraron los autores. Aunque las ministras iniciaron un menor número de proyectos de ley que los ministros varones, en general eran más propensas a tener éxito. Tampoco había muchas pruebas de la participación simbólica en cada uno de los países analizados.

Nada de esto quiere decir que a las mujeres políticas se les reparta una mano decente.

Las que logran llegar al gabinete parecen recibir un trato justo, pero muy pocas tienen la oportunidad de desarrollar las habilidades y conexiones que son requisitos previos para tales trabajos. Y como señalan los autores, su análisis no dice nada acerca de si las mujeres estudiadas eran tratadas de manera diferente en las reuniones de gabinete o por los medios de comunicación, o cómo les va a las ministras mujeres en otros países. Pero sí sugiere que la escasez de mujeres en puestos políticos de alto nivel es más un problema que el tratamiento meramente simbólico que ellas reciban.

Tomado de la Revista The Economist