Por Herman Patow
Managing Partner de Asesori
En América Latina, la definición más antigua de Legaltech hacía referencia al uso de tecnología en la prestación y comercialización de servicios legales. A partir del 2016, la palabra empezó a asociarse con aquellas startups que utilizaban algún tipo de software para optimizar servicios de asesoría legal.
Tanto en Perú como en el resto de América Latina, la situación del uso de tecnología en los estudios de abogados no ha avanzado mucho. La mayoría no utiliza otra herramienta que no sea Microsoft Office. Esto no resulta alentador si consideramos que el origen de la industria Legaltech se remonta a los años 90, específicamente en la Universidad de Stanford, donde se creó “The Stanford Center for Computers and the Law (Codex)”, un centro de investigación operado por las facultades de Derecho e Ingeniería en el que empezaron a surgir las primeras startups que buscaban solucionar los retos del mundo legal.
¿Por qué entonces el avance de la tecnología es más lento en Latinoamérica? No considero que se deba a que el sector legal no está preparado, creo que responde más a un tema cultural, en el que los abogados se resisten y demoran en implementarla. Ello, principalmente por miedo a perder protagonismo y por no tener claros conceptos como big data, inteligencia artificial y blockchain, factores que definitivamente frenan la innovación en el sector. Por lo tanto, para que el panorama mejore, es importante que la industria de Legaltech supere dos grandes retos:
En primer lugar, cuestionar cuál es el alcance del uso de la tecnología en los servicios legales. Muy pocos estudios cuentan con un desarrollo para automatizar sus tareas u obtener métricas sobre estas. Tampoco han considerado algunas medidas tecnológicas básicas, como sistemas electrónicos de gestión de documentos o software para el registro de horas de facturación. Conocer bien los aspectos que pueden mejorarse con la implementación de este tipo de tecnología conllevaría a que los abogados pudieran optimizar significativamente sus servicios.
En segundo lugar, superar la resistencia de un sector legal muy tradicional, el cual difiere en gran medida del mercado estadounidense actual, por ejemplo. Esto podrá lograrse una vez que se acepten las consecuencias inevitables que traería la escalabilidad de los negocios de la industria Legaltech; entre ellas, una reducción de las horas que un abogado cobra y, por tanto, de sus honorarios profesionales.
Es verdad que aún son muy pocas las herramientas de Legaltech realmente disruptivas en nuestro mercado. Pese a ello, la mejor forma de que el sector continúe creciendo es si sus participantes no olvidan un principio fundamental: que el uso de la tecnología deberá enfocarse siempre en enriquecer la experiencia legal, tanto para sus usuarios como para sus operadores.