(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Por Waldo Mendoza Bellido

Profesor del Departamento de Economía de la PUCP

Hay varias hipótesis para explicar el estallido social en. La más convincente es que el malestar proviene de la fuerte reducción de la tasa de crecimiento y su estabilización en una cifra 2 por ciento anual, que ha frenado el progreso económico. No va a ser fácil salir de esta trampa. Y tampoco de la trampa del 3 por ciento del

La principal variable que determina el progreso de las naciones es el crecimiento económico sostenido. Muchos países hoy desarrollados partieron desde condiciones muy difíciles y lograron desarrollarse a través del crecimiento económico prolongado. Es el caso, por ejemplo, de Alemania, Japón y Corea del Sur.

La recuperación de Alemania se inició poco después de su derrota en la segunda guerra mundial. Entre 1950 y 1973, el año de la crisis del petróleo, este país creció a una tasa de 4 por ciento anual y, en ese periodo, el PBI per cápita se multiplicó por 1.5. Más espectacular fue el caso de Japón, otro derrotado en la segunda guerra. Entre 1950 y 1973, el PBI creció a 8 por ciento anual, y el PBI per cápita se multiplicó por 1.8. Por último, Corea del Sur, luego de la guerra de Corea, creció a 7.6 por ciento anual entre 1953 y 1996, y el PBI per cápita se multiplicó por 14.

La tasa de crecimiento actual de estos países es modesta. Durante la última década, Alemania, Japón y Corea han crecido a solo 2, 1.3 y 3.3 por ciento, respectivamente. Pero estos países ya tienen un PBI per cápita de US$ 47,000, US$ 41,000 y US$ 31,000, respectivamente. Son países que crecen como Perú o Chile, pero ya son desarrollados.

Perú y Chile tienen una historia de crecimiento económico parecida, pero han llegado muy pronto a la trampa del crecimiento bajo.

Tan dañinas como las guerras para Alemania, Japón y Corea, fueron las políticas económicas absurdas que destruyeron nuestra economía. En Chile, las reformas estatistas de Allende elevaron la inflación a 500 por ciento anual, y la liberalización financiera de Pinochet, que produjo la quiebra masiva de bancos y la gran depresión en 1982, propiciaron una década perdida para Chile, hasta el punto que el PBI de 1983 se puso por debajo del de 1973. En el caso peruano, García, aplicando políticas similares a las de Allende, hizo caer el PBI en 25 por ciento entre 1987 y 1990, y fabricó una hiperinflación de 3,000 por ciento anual.

La simple recuperación de la sensatez sacó del abismo a ambos países. La aplicación de políticas macroeconómicas de libro de texto, y de un modelo de desarrollo abierto y amigable con la inversión privada, a partir de 1984 en Chile y a partir de 1990 en Perú, bastaron para producir un periodo de crecimiento económico prolongado.

Entre 1984 y 2002, el PBI chileno creció a una tasa de 5.5 por ciento anual, mientras que el Perú, entre 1991 y 2002, lo hacía a 4 por ciento anual. El superciclo de las materias primas prolongó el crecimiento en ambos países. Entre 2002 y 2013, el PBI de Chile creció a 4.6 por ciento anual y el de Perú a 6 por ciento. De esta manera, entre 1984 y 2013 el PBI per cápita de Chile se multiplicó por tres, y entre 1991 y 2013 el del Perú se multiplicó por 1.7.

El gran problema es que, terminado el ciclo de materias primas, las tasas de crecimiento de Chile y Perú se han estabilizado en tasas muy modestas.

En el periodo 2014-2019 Chile y Perú han crecido solo en 2 y 3 por ciento, respectivamente. Como alemanes, japonés o coreanos, pero no siendo todavía ricos. Chile tiene un ingreso per cápita de US$ 15,000 y Perú de US$ 7,000.

¿Cuáles son los caminos para eludir la trampa del 3 por ciento, que nos puede conducir a problemas parecidos al de Chile?

La respuesta a esta pregunta es muy complicada. Avanzo descartando tres caminos que no sirven para salir de esta trampa.

El camino de la política macroeconómica sirve para enfrentar problemas transitorios que alejan la tasa de crecimiento del PBI de su nivel potencial. En este año creceremos muy cerca a nuestro potencial. La política macroeconómica no hace falta, puede hacer una siesta.

El camino del cambio constitucional es el camino más ideologizado y menos sustentando, que se repite como un mantra. ¿Cómo así un cambio constitucional puede sacarnos de la trampa del 3 por ciento?

El tercer camino goza de mayor prestigio, pero también se repite como un mantra y ya suena a rollo: si no hacemos reformas estructurales estamos perdidos. ¿De qué reformas estamos hablando? ¿Cuál es el mecanismo para que estas reformas nos saquen de la trampa del 3 por ciento? ¿Cuál es la viabilidad de sacar alguna de esas reformas?

Entonces, ¿qué habría que hacer para superar la trampa del 3 por ciento? Muy buena pregunta.

“En este año creceremos muy cerca a nuestro potencial. La política macroeconómica no hace falta, puede hacer una siesta”.