Economista Pad – Escuela de Dirección Universidad de Piura
Desde que se publicó el Marco Macroeconómico Multianual(MMM) 2021-24, se han venido suscitando opiniones que han denotado preocupación sobre la posible trayectoria de nuestras cuentas fiscales. Hoy, habiendo transcurrido un tiempo prudencial, resulta conveniente emitir breves reflexiones al respecto.
Primero, se ha señalado que “estaríamos incrementando en demasía nuestra deuda pública”. Pongamos las cosas en su sitio. Existe consenso que, luego del covid, la relación deuda pública/PBI pasará a ser alrededor del 38% del PBI el 2021. Se estima que para ese entonces el mundo alcanzará un nivel sobre el 103%, las economías avanzadas 130%, los emergentes 67% y América Latina 80%. En otras palabras, nuestra posición no es desesperada dado que ni en el peor escenario rozaremos los altos niveles de deuda de nuestra región y el globo. Tranquilidad.
Segundo, “emplearemos los ahorros financiero-fiscales para cubrir parte del déficit y eso nos hará vulnerables”, se ha comentado. La verdad es que, si no los empleamos progresivamente, la única alternativa que nos quedaría sería tomar aún mucha más deuda. Seamos honestos, esos ahorros están para emplearse en circunstancias excepcionales como las actuales y tienen un propósito contracíclico de acuerdo a ley. Era inevitable perder holgura fiscal en estas circunstancias, no hay un solo país en el mundo que haya experimentado lo contrario en el marco del covid.
Tercero, se ha dicho que “al estimar el derrotero de las cuentas fiscales, es sumamente optimista suponer que el Perú crecerá al 4.5% promedio anual los próximos años”. Pues bien, nuestro crecimiento promedio anual, históricamente, oscila entre 3.5 y 5.5% cada cinco años, dependiendo de cómo los precios de los commodities determinan nuestro ciclo. Recordemos que el 2021 partimos de una base del PBI pequeña, que progresivamente la inversión privada se regenerará apoyada por el frente minero y agroexportador, la pública de la mano del esquema G2G y que China crecerá nuevamente a un promedio del 6%. En ese contexto, asumir el crecimiento esperado del MMM será un reto muy serio, pero no una quimera.
Cuarto, también se ha remarcado que “será imposible lograr la necesaria convergencia fiscal los próximos años”. Seamos justos, la brecha fiscal no se descarrilará si no hay un shock negativo extremo en el crecimiento del PBI y si, paralelamente, se ejecuta, con mediano éxito, la posibilidad de recalibrar medidas orientadas a racionalizar exoneraciones, reducir las fuertes tasas de incumplimientos de recaudación, reestructurar escalas impositivas, entre otros. La convergencia fiscal sí es posible y esto hoy lo respaldan diferentes estimados. Claro está, demandará tiempo, consensos y capacidad de gestión, como es natural.
Quinto, se critica que “una mayor deuda puede implicar un peso excesivo en su carga financiera dados los limitados ingresos fiscales”. Seamos claros, la débil presión y base tributaria nunca fueron combatidas estructural y seriamente, ese es el problema de fondo. Sin embargo, debemos considerar que casi el 90% de nuestra deuda está tomada a tasa fija de interés, lo cual es una ventaja. Es más, luego que pase esta crisis, podría explorarse la posibilidad de trabajar con segmentos de tasas impositivas contracíclicas, es decir, que se ajustan al alza con el crecimiento y viceversa. Sobre la base de un IGV de 18%, por ejemplo, podría explorarse una tasa de hasta un punto porcentual por encima o debajo de acuerdo con la fase del ciclo económico que enfrentemos. Esto podría llevarnos a disponer estructuralmente de más recursos que eviten los sobresaltos de hoy. Es cuestión de darle forma a la idea y generar consensos.
Sexto, se sostiene también que “no es conveniente romper las reglas fiscales mucho tiempo”. Bien, hoy en día todas las economías del mundo han suspendido momentáneamente sus reglas fiscales. Sin embargo, debemos tener claro el derrotero para restablecerlas inteligentemente, eso es fundamental. En ese sentido valdría la pena evaluar la posibilidad de modificar, excepcional y transitoriamente, el límite llevándolo, por ejemplo, al 40% para los próximos cinco años. Luego de ello, el compromiso explícito sería retomar progresivamente el límite de 30%. Esto está en línea con la recomendación del FMI de no desactivar o perder impulso fiscal prematuramente para seguir apoyando la recuperación económica y, de otro lado, nos permitiría recomponer las cuentas fiscales con menos sesgo restrictivo, algo de más holgura y sin estrés extremo. La situación excepcional demanda de medidas y reglas excepcionales.
En conclusión, nadie pretende un manejo fiscal inconsistente con la necesaria prudencia que debemos mantener. Sin embargo, en el marco del covid, pedirle a una administración de salida detalles extremos para el mediano plazo es casi un exceso. Ellos solo tendrían un valor muy referencial para la nueva administración que sí deberá ser puntual en sus recomendaciones en función de cómo se vaya presentando en la práctica el panorama interno y global. Hasta hoy basta con ser conscientes de que sí existe espacio para retomar la senda de la sostenibilidad.