(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Los peruanos mirábamos el 6 de junio como el día en que se pondría fin a tantos meses de angustia, polarización y enfrentamiento. Lamentablemente las cosas no han sido así. Es un final sin final, todavía.

Por el contrario, no solo se ha prolongado y acrecentado la incertidumbre y la división del país, sino que, además, existe la posibilidad de que llegado el final final del proceso, las heridas abiertas sigan sangrando, los resentimientos se mantengan, las diferencias sean más grandes y los enfrentamientos continúen.

Está en manos del Jurado Nacional de Elecciones –empezando por los jurados especiales– evitar que eso suceda. El máximo ente electoral –cuyas acciones y decisiones a lo largo de la primera vuelta y de todo este proceso han generado varias dudas y desconfianza– debe actuar con absoluta responsabilidad, prudencia, transparencia, e imparcialidad.

No puede ni debe dejar que quede sospecha alguna sobre ningún acta ni ningún voto. Solo revisando, validando, y anulando todo lo que tenga que revisar, validar y anular, obligará a las partes a aceptar el resultado final, y permitirá que bajen las tensiones y los enfrentamientos.

Si el Jurado Nacional de Elecciones no despeja hasta la última duda, el futuro político del Perú estará ensombrecido, gane quien gane, y la legitimidad de ese nuevo Gobierno siempre será cuestionada.

La reducción de las cifras de fallecimientos y contagios causados por el COVID, así como el proceso de vacunación, generaron la sensación de cierto alivio con relación a la pandemia.

Sin embargo, según los cálculos y previsiones de reconocidos especialistas, y después de todo lo que se ha vivido en las calles y regiones del Perú en esta campaña electoral, lo más probable es que nos enfrentemos a una tercera ola cuyas proporciones no podemos todavía estimar.

La aparición comprobada en el Perú –Arequipa, para ser más exactos– de una de las variantes más peligrosas y letales a nivel mundial, la variante de la India, resulta sumamente preocupante, y debería merecer la mayor atención de parte de las autoridades de salud.

Más todavía cuando, lamentablemente, el proceso de vacunación –por más avanzado que pudiera estar, y no lo está todavía– no impide situaciones muy delicadas como las que se registra hoy en Chile, donde Santiago vuelve a cuarentena total este sábado debido al alarmante aumento de casos de COVID y al colapso sanitario, pese a que ese país tiene uno de los procesos de vacunación más adelantados del mundo.

La responsabilidad del Gobierno actual y del Gobierno que proclame el Jurado Nacional de Elecciones es y será enorme. No se puede ni se debe asumir posiciones entusiastas ni triunfalistas por el hecho de ver una reducción en las cifras de contagio y fallecimientos, y porque hay un proceso de vacunación en marcha.

No hay evidencia de que estemos ante el final de la emergencia sanitaria –o es un final sin final–, y las autoridades deben actuar como si la pandemia estuviera por llegar.

Si el Jurado Nacional de Elecciones no actúa con verdadera imparcialidad, transparencia y valentía; y las autoridades de Salud no asumen con responsabilidad y diligencia la tarea de seguir enfrentando la pandemia como el primer día, estaremos creando las condiciones para la tormenta perfecta… otra vez.

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