Presidente de la FEPCMAC, Fernando Ruiz Caro.
Presidente de la FEPCMAC, Fernando Ruiz Caro.

Por Fernando Ruiz Caro

Presidente de Caja de Ahorro y Crédito de Cusco

Si este mismo artículo lo hubiera escrito hace 30 años, cuando el país vivía una de sus peores crisis, difícilmente hubiera acertado en algunas cosas en las que la realidad superó al pronóstico más optimista ¿Quién podría haber imaginado 30 años atrás que seriamos el país con mejores soportes financieros para afrontar esta pandemia? Merecería otro artículo analizar porque desde el estado no se aprovechó mejor esta fortaleza y porque las lecciones del pasado no lograron hacernos una sociedad más responsable.

Hace 30 años como sociedad teníamos totalmente definidos dos enemigos que parecían imposibles de vencer: el terrorismo comunista y la inflación. Hoy 30 años después los enemigos reales son otros, como la corrupción o el populismo; y a ellos se suman otros que más parecen construcciones psicosociales como determinadas instituciones, personas o partidos políticos.

Desde que se hizo visible el aporte del sector informal a nuestra economía y al bienestar general, nos hemos reconocido como un país de emprendedores; sin embargo, no hemos sido capaces de generar políticas que estimulen la formalización; y por el contrario, hemos creado más barreras para alejar a los unos de los otros. Por eso, requerimos con urgencia un nuevo modelo de formalidad, inclusiva, accesible y descentralizada, para beneficio de todos.

El Perú de aquí 30 años debería encontrarnos más unidos, tolerantes y respetuosos de los derechos de las minorías desde todas las instancias públicas y privadas; pero los derechos de estas minorías no deberían ser la base de nuestra legislación en perjuicio del bien común. Para ello, deberíamos haber hecho reformas políticas estructurales que nos permitan tener un Estado menos frondoso y burocrático y a su vez más fuerte y eficiente en las funciones que le corresponden como: seguridad, salud y educación para todos los peruanos en todo su territorio.

La educación pública debería otorgar a cada peruano las herramientas que le permitan desarrollo personal y económico a través del trabajo como forma legítima de alcanzar el éxito personal, familiar y social.

Las lecciones que nos deja la crisis actual deberían hacernos reflexionar en el rol que tiene cada uno de nosotros de cara al futuro; futuro que suele ser bastante impredecible, del mismo modo que nadie podía haber previsto la dimensión de la pandemia que estamos viviendo y sus efectos. Lo ocurrido en los últimos 30 años nos demuestran que la única manera de avanzar es generando riqueza, a través de un sector privado comprometido y un Estado promotor y eficiente en el uso de los recursos que recibe. Solo así podríamos esperar que el Perú del 2,050 logre superar las deficiencias centrales que hoy nos aquejan, logrando ser un país realmente descentralizado, con equidad y oportunidad para todos, donde la pobreza sea un recuerdo del pasado y la libertad siga siendo nuestro bien más preciado.

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