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El debate sobre el crecimiento en Europa

Miguel JiménezEconomista jefe para Europa en BBVA Research

Estos días se está celebrando un Consejo Europeo donde se discute, entre otros puntos, la situación económica de la eurozona, que se encuentra estancada. ¿Qué medidas cabe esperar de la reunión? No mucho, a pesar de que los debates son intensos.

La zona euro no creció en el segundo trimestre del año y lo hará probablemente una décima en el tercero; los indicadores de confianza se deterioraron durante el verano, revirtiendo unas ganancias anteriores que en realidad no se estaban reflejando en la actividad; y los institutos y el Gobierno alemanes están revisando las previsiones para el año que viene a la baja.

Una interpretación de esta situación, que también llega de Alemania, es que los datos se están comportando como un yoyó y que el conflicto de Ucrania con Rusia ha frenado la inversión a mediados de año, pero que debería ser un fenómeno temporal.

Ya sabíamos que esta recuperación iba a ser lenta, como todas las que siguen a una recesión inducida por un exceso de deuda. Los países bajo programa han realizado la mayoría de los ajustes necesarios y la unión bancaria va a entrar en funcionamiento muy pronto, despejando el panorama para el crecimiento del crédito.

Sin embargo, y aunque ese escenario es probablemente correcto, no faltan motivos de preocupación. En primer lugar, la falta de crecimiento está afectando ahora a los grandes países de la zona, mientras que España, Irlanda e incluso Portugal están recuperándose más rápido que los países centrales. En cierto modo, hemos pasado de una crisis de deuda en la periferia a una crisis de crecimiento en toda la eurozona.

En segundo lugar, la inflación, en el 0.3% actualmente, continúa siendo muy reducida. Aunque se va a recuperar algo en los próximos meses por efectos base, un nivel tan bajo dificulta los ajustes de precios relativos entre países, y nos deja peligrosamente cerca de la deflación, que aunque no sea el escenario central podría estar más cerca si se materializa una tercera recesión.

Por último, y esto es importante, el consenso entre los grandes países sobre la estrategia a seguir, que parecía alcanzado en 2012 cuando se lanzó el proyecto de unión bancaria y el BCE tomó medidas de respaldo del euro, parece que se está perdiendo.

Francia e Italia han aprobado presupuestos con objetivos de déficit para 2015 que no siguen los planes previos acordados con la Comisión Europea, en una actitud que no ha gustado mucho en la Comisión y nada en Alemania.

Y esto nos lleva al centro del debate actual, que enmarcó muy claramente Mario Draghi en su discurso en Jackson Hole este verano cuando habló de una triple estrategia de acomodación monetaria, reformas estructurales y utilización de la política fiscal "en aquellos países donde haya margen para ello".

Sobre la política monetaria continúan existiendo desacuerdos entre los miembros alemanes de Consejo del BCE y el resto, pero las medidas adicionales tomadas por el banco central en junio y en septiembre, sorprendiendo al mercado, muestran que la mayoría está a favor de continuar con medidas expansivas.

La clave del debate está en el peso relativo de las reformas estructurales y de una eventual expansión fiscal, que separan claramente a Alemania de Francia e Italia. Las reformas estructurales en Italia y Francia están llegando, pero más lentamente de lo que piden sus críticos.

Italia ha dado un paso importante este mes en la liberalización del mercado de trabajo, aunque los detalles se retrasan a 2015, y Francia ha reducido los impuestos sobre el factor trabajo y ha anunciado esta semana un paquete de medidas liberalizadoras en el sector servicios para diciembre, pero éste no parece muy ambicioso.

Por el lado fiscal, además de las discusiones sobre algunas décimas de déficit en los presupuestos de ambos países, un tanto estéril, el FMI está presionando a Alemania para que invierta en infraestructuras, uniéndose a las voces de muchos otros, pero el Gobierno alemán ha dejado claro que no tiene intención de cambiar su objetivo de déficit cero para 2015.

Y a nivel europeo, el Plan Juncker de 300.000 millones de euros en inversión en cuatro años no está definido, y de momento no parece que vaya a incluir nada mucho más allá de un aumento de capital del Banco Europeo de Inversiones, que tendría un efecto moderado sobre la actividad. El resto sería reordenación de gasto.

Todo hace pensar que el Consejo no está maduro para tomar decisiones importantes. La estrategia europea va a ser probablemente la de esperar a ver cómo reaccionan los datos, y sólo si la situación se deteriora a finales de año, tomar alguna medida adicional.