(Foto: Difusión)
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Por Mauricio Olaya, socio principal y director del área de Derecho Corporativo del Estudio Muñiz

El estrés financiero es una “enfermedad” que viene afectando a las empresas, tiene su origen en el y ha adquirido también dimensión de “”, pero su número de contagiados y muertos no se viene contabilizando diariamente con el mismo nivel de precisión que el de las personas.

Síntomas

El síntoma principal es la ausencia o reducción significativa de liquidez que impide atender las obligaciones de la empresa desde su nivel más básico de gasto corriente (planillas, proveedores, etc.), así como otras obligaciones que sin tener esa misma categoría se encontraban previstas y eran esenciales según el estadio y condición de cada empresa.

Diagnóstico

Sin duda, el diagnóstico es esencial y debe realizarse con un alto nivel de rigurosidad. Según cada caso este diagnóstico podría ser más sencillo o más complejo. Es fundamental entender aquí que no todos los pacientes presentarán los mismos síntomas y con el mismo nivel de evidencia. Incluso, algunos podrían ser relativamente asintomáticos, pero luego presentar la enfermedad (escenario de gran incertidumbre a nivel mundial que hace difícil entender el impacto en el mediano plazo). Aquí la clave es que las pruebas (análisis de escenarios posibles) que se realicen para fines del diagnóstico permitan detectar la enfermedad lo antes posible para anticiparse y permitir el tratamiento correcto en el plazo correcto.

Adicionalmente, el diagnóstico permitirá entender el nivel de gravedad de la enfermedad en cada paciente. Sin duda, incluso entre aquellos que pertenezcan al mismo grupo de riesgo (sector económico) la enfermedad podría tener impactos distintos según el estado de salud preexistente (si ya venían atravesando antes un problema financiero por ejemplo) o su capacidad de acceso a un mejor tratamiento (espaldas financieras del accionista o grupo económico).

Las expectativas de recuperación o sobrevivencia del paciente se determinarán a partir de un buen diagnóstico. En cualquier caso la lucha por la vida será una reacción natural del paciente (accionista) y sus familiares (ejecutivos), pero es importante saber que tratándose de una pandemia el sistema de salud (gobierno, entidades financieras, etc.) priorizará a los que tengan mayores posibilidades de supervivencia.

Tratamiento

Un diagnóstico correcto y oportuno permitirá, como lo indicamos previamente, conocer la expectativa de supervivencia del paciente y, de ser el caso, la asignación del tratamiento adecuado en el momento preciso. El problema es que siendo un tema pandémico y siendo los medicamentos que podrían servir para tratar la enfermedad limitados, no todos tendrán la posibilidad de acceder a ellos para recuperarse. Así, el sistema de salud se verá en la necesidad de priorizar a algunos respecto de otros produciéndose dolorosas situaciones de muertes (quiebras) sin que se haya podido dar asistencia alguna al paciente (Reactiva es un claro ejemplo de esto: detrás de la letra de la norma existe el racional de a quiénes se está decidiendo salvar y a quienes no).

Ahora bien, a diferencia del coronavirus, esta enfermedad de estrés financiero sí tiene una mayor cantidad de tratamientos probados y posibles. Opciones tales como la obtención de líneas de financiamiento (Reactiva Perú, financiamiento convencional, factoring, FAE Mype, etc), utilización de marco legal para diferir, reducir o suspender el cumplimiento de obligaciones (renegociación de contratos por diversas causales, reducción de planillas temporal o definitiva, régimen concursal, etc. ), aportes de capital del propio accionista o de terceros que creen firmemente en la viabilidad del negocio, venta de la empresa o su fusión con quien se encuentre en mejor situación de liquidez y crea en el mediano plazo y busque una oportunidad, una mezcla de todas ellas, etc.

La mala noticia, reitero, es que hay y habrá un gran número de enfermos pidiendo atención y quizás no haya suficientes respiradores artificiales y camas UCI para todos.

Lo que queda en este momento es:

(i) Apelar a la agilidad y pronta respuesta del “sistema de salud” (que a diferencia del clínico real para las personas que es débil, el económico y financiero del Estado es muy fuerte) con acciones como un Reactiva 2 para las grandes empresas y otros Reactiva sectoriales bien identificados como pacientes viables (no podemos perder todo lo avanzando, por ejemplo, a nivel de gastronomía y la cantidad de empleo que gira en torno a ello) o algún Reactiva que entienda y atienda al sector informal que es una realidad a la que no se le puede dar la espalda.

(ii) Apelar a la solidaridad del peruano que en el caso de las personas la estamos viendo día a día a través de actos de compartir la escasez que emocionan. Esto mismo esperemos verlo también del lado de las empresas al momento que evalúen ajustes de presupuesto, reducciones laborales, despidos, pago a proveedores, etc.

El ¡sí se puede! ¡De esta salimos juntos!, etc. no deben quedarse a nivel de retórica cuando hablamos de los empresarios. Debemos emular el nivel de sacrificio y entrega que nos están demostrando el personal de salud, nuestros policías y tantos otros que pueden cantar con la frente en alto “Contigo Perú”.