“La oposición subestima al gobierno y se confía creyendo que sus “errores” lo van a hacer caer más temprano que tarde”. (Foto: Presidencia)
“La oposición subestima al gobierno y se confía creyendo que sus “errores” lo van a hacer caer más temprano que tarde”. (Foto: Presidencia)

Periodista

Desde noviembre, se señala que Pedro Castillo tiene los días contados. Y, sin embargo, no cae. Primero ha caído el alcalde de Lima.

El Gobierno, hay que reconocerlo, ha sobrevivido a las sospechas, denuncias, presuntos delitos; a Pacheco, a Karelim –que ahora recién asume una actitud contundente–, a todas las “bombas” dominicales, y a sus propias incapacidades.

Gracias a la incapacidad del Congreso y de esa oposición dividida, inconsistente, sin liderazgo claro, sin estrategia, sin iniciativa política, la crisis en la que nos ha envuelto el Ejecutivo no es terminal, es crónica. Esa misma incapacidad le ha permitido al Ejecutivo “mecernos”, retomar la iniciativa, y poner la agenda desde hace algunas semanas.

¿Realmente se podía creer que el Gobierno iba a cambiar de gabinete solo porque un obispo y un académico iban a pedírselo? ¿El Presidente iba a cambiar a su premier, que es su principal operador político, el que pone la agenda, el que nos tiene distraídos con sus expresiones disparatadas –que no las lanza por gusto-, el “pararrayos” ideal? ¿Qué incentivos tiene Pedro Castillo para cambiar voluntariamente su gabinete?

Si maneja la agenda a través de ese premier; si tiene un ministro de Economía que no renuncia y abre el bolsillo; si con este gabinete puede controlar las investigaciones que lo involucran; si gracias a los “niños” y “topos” en las bancadas podría arañar la Mesa Directiva del Congreso; si se vienen las elecciones regionales y municipales cuyos resultados puede direccionar con populismo financiado desde el Gobierno; ¿por qué entregaría voluntariamente el poder al Acuerdo Nacional, o a un gabinete de centro que no le va a permitir hacer lo que él quiere?

Voluntariamente no lo va a hacer. Tiene que verse obligado, presionado, arrinconado a cambiar o a renunciar. Y la atomización e incapacidad de la oposición no permiten eso. La esperanza de muchos es una “revelación” de domingo, o que “la calle” reaccione. Pero esa calle, según las encuestas, está más preocupada por ganarse el pan de cada día en medio de una inflación que no se puede controlar. En ese escenario, el discurso del gobierno contra la Constitución y los grupos empresariales puede ser más eficaz.

Pedro Castillo enfrenta a dos corrientes: la que lo quiere botar por incapaz (Lima y el norte), y la que quiere sacarlo por no cumplir sus promesas radicales de campaña (sur, centro y oriente).

Hoy, al retomar la iniciativa, continúa con su plan maximalista que nunca dejó de lado. Retoma públicamente sus promesas, promueve la movilización regional para polarizar más al país, se apoya en los radicales, lanza un discurso y decisiones populistas para ganar el aplauso, realinear sus fuerzas para enfrentar al empresariado (a quienes culpa de los altos precios), al Congreso, y a los medios.

Por eso no nos sorprende lo de la consulta para la Asamblea Constituyente. Pedro Castillo nunca la dejó de lado. Lo que sí nos sorprende es que haya sectores que piensan que esta es una simple maniobra política o un recurso para distraer, para tapar las incapacidades del Gobierno. No es una maniobra, no es una cortina de humo, es lo que siempre quisieron hacer, y para lo que siempre trabajaron, él y sus aliados que ahora no lo pueden criticar. Por eso hasta tiene Plan B, como lo confiesa Cerrón. ¿Apostaría usted que definitivamente no habrá consulta para una Asamblea Constituyente?

En cambio, la oposición no tiene ni siquiera un bosquejo de plan, y cree que esto es un conejo más sacado de la manga. La oposición subestima al Gobierno, y se confía creyendo que sus “errores” lo van a hacer caer más temprano que tarde.

Un Gobierno desesperado que pasa a la ofensiva toma medidas populistas y extremas, por lo que no debemos descartar nada: ¿más “reivindicaciones laborales” el 1° de mayo?, ¿control de precios?, ¿nacionalizaciones?, ¿más retiros de fondos AFP?

Y si se le sigue subestimando, solo tildándolos de ignorantes, delincuentes, locos o incapaces, sin hacer nada más, o solo haciendo declaraciones altisonantes o hasta destempladas como lo hace la presidenta del Congreso, nada se logrará para bien del país. Todo parece indicar que Pedro Castillo se quedará, por lo menos, todo el 2022. Lo demás, son solo deseos y declaraciones.

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