Las recesiones compran tiempo, pero no resuelven la epidemia. La distribuyen en el tiempo, mientras aumenta la capacidad de respuesta de la política de salud. (Foto: Alonso Chero/GEC)
Las recesiones compran tiempo, pero no resuelven la epidemia. La distribuyen en el tiempo, mientras aumenta la capacidad de respuesta de la política de salud. (Foto: Alonso Chero/GEC)

La economía nacional está siendo golpeada por dos choques severos. Uno de oferta, al tener cerca de un mes gran parte de la economía paralizada. Simplemente no ha habido producción de esos bienes y servicios. Por otro lado, la caída de los términos de intercambio (atenuados por el derrumbe de los precios del petróleo) y la recesión en todos los socios comerciales del país constituyen un choque de demanda externa muy fuerte. El choque de oferta viene provocando una ola masiva de despidos y reducción de remuneraciones, lo que reduce la masa salarial. Es decir, ha provocado también su propio choque de demanda.

Por ello, hasta ahora la forma de esta recesión es de una “i”, incluido el punto sobre la i.

Esta recesión es consecuencia de las cuarentenas en decenas de países, que han comprado tiempo para no colapsar sus sistemas de salud y tener una crisis sanitaria y social severas. Las recesiones compran tiempo, pero no resuelven la epidemia. La distribuyen en el tiempo, mientras aumenta la capacidad de respuesta de la política de salud (camas, camas UCI, respiradores) y se espera el descubrimiento de mejores tratamientos y una vacuna. Lo primero puede tomar 6 meses y lo segundo cerca de 18 meses.

Como es insostenible mantener la economía parada hasta que ocurra lo anterior, la pregunta es cómo reiniciar la economía sin provocar nuevamente otra cuarentena. Además de la política fiscal, cuya potencia no debe ser atenuada por problemas de diseño y ejecución, está la política laboral y lo que ahora se llama el “reinicio inteligente”. Es decir, no basta con políticas anticíclicas de demanda agregada. Hay que trabajar por el lado de la oferta agregada.

El lunes 13 será recordado como el día en que más peruanos perdieron su empleo. Por ello, si la ministra de Trabajo y Promoción del Empleo no quiere ser la “ministra del desempleo”, debe instar públicamente y junto al presidente a que empleadores y trabajadores se pongan de acuerdo en una solución transitoria de reducción de remuneraciones, de modo que no se pierdan más empleos.

Todo esto bajo el marco legal vigente, que lo permite. Cuando la crisis haya pasado, los salarios volverán donde estuvieron. En cambio, el desempleo abierto se demorará más en caer. El nuevo salario transitorio es un esfuerzo del empleador (que paga con los bienes y servicios que vende la empresa, que ahora serán más bajos), del trabajador (que recibe menor salario y menos fondo de pensiones) y el Estado, que financiará parte de los salarios de trabajadores que ganen menos de 1,500 soles mensuales.

Para reiniciar la economía se debe tener cuidado de que, de ninguna manera, operen empresas de sectores que tengan una tasa básica de reproducción (Ro) superior a 1. Esta es la cantidad de personas promedio contagiadas por un portador del virus. Sino, la pandemia se reactivará y las cuarentenas podrían regresar. Para volver a operar las empresas tendrán que adecuar sus actividades de modo tal que Ro sea menor a la unidad en esa empresa. En otras palabras, las que puedan reducir el número de contactos en un día laboral, el ya famoso distanciamiento social (incluye el desplazamiento al trabajo, “pico y placa en el trabajo) y la probabilidad de contagio (mascarillas, protectores faciales, guantes). Una suerte de “ISO covid-19”, que incluye test PCR permanentes.

Viviremos así buena parte del 2020.