Por Carlos E. Paredes
​Socio de Intelfin y profesor de la Universidad del Pacífico.

1 Últimamente, los peruanos andamos confundidos, y no es para menos. Los políticos –incluimos al presidente en este grupo– nos tienen mareados y, más bien, hartos. Muchos piden que el presidente dé un paso al costado, y él no da uno, sino varios y se pone a bailar… Algunos fujimoristas abandonan a Fuerza Popular, otros ppkausas abandonan a PPK, y los izquierdistas –fieles a sus tradiciones– se pelean entre sí y crean nuevos partidos. Con los escándalos de corrupción, el empresariado privado pierde mucha credibilidad, ya ni los bancos le prestan a empresas que hasta hace poco eran consideradas premium. Los precios de los commodities mejoran, con lo que la economía debería recuperarse, pero la recaudación disminuye, el endeudamiento público crece y la morosidad aumenta.

2. Dentro de la confusión general que nos aqueja, es necesario referirse a ciertos hechos recientes que indicarían que, a pesar de que recreamos con éxito una economía de mercado hace más de 25 años, muchos todavía no tienen claro los roles del mercado y del Estado en el quehacer económico nacional. Tanto grandes empresas eléctricas como pequeños campesinos de la sierra piden que el Estado intervenga para cambiar las reglas del juego, pues con las actuales simplemente no pueden sobrevivir. Y en el medio del ruido político, una importante fusión en el mercado farmacéutico caldeó los ánimos y llevó a que muchos políticos se rasgasen las vestiduras y reclamasen el retorno de los controles de precios y la introducción del control previo de fusiones.

3. Vamos por partes, como decía Jack el Destripador…

4. Electricidad: el caos actual refleja la intervención estatal del pasado (la política intermitente de introducir “parches”) y problemas de inconsistencia temporal. El mercado actual está distorsionado por los parches del pasado. Algunos se rasgan las vestiduras con que se cambien las reglas, pero seamos claros: reglas que producen resultados incompatibles con la sana competencia en el mercado no son buenas reglas. Sentido común que le llaman…

5. Papas: sin duda, había que hacer algo, pero la política no puede ser la de comprometer recursos fiscales para subsidiar errores provenientes de decisiones privadas (aunque estas sean de campesinos pobres), la intervención tiene que venir acompañada de mejor flujo de información, coordinación y promoción de nuevos cultivos. ¿Qué pasó con Sierra Exportadora? ¿Y la famosa asociatividad? ¿No puede atraerse al capital privado? De verdad, ¿no se puede?

6. Fusiones: el control previo debe estar en la agenda, pero cuidado que la lavada nos cueste más que la camisa. Hoy en día, el Indecopi no tiene la posibilidad de asumir nuevas responsabilidades sin trabar aún más al sector privado. No seamos ilusos. Si queremos evitar el regreso de los controles de precios, como tan alegremente han propuesto algunos políticos, fortalezcamos al Indecopi e introduzcamos un control previo de fusiones razonable. Pero los empresarios también deberían ejercer algún grado de autocontrol previo: deben tomar en cuenta las consecuencias sistémicas de sus acciones.

7. Mercado y Estado no constituyen una dicotomía excluyente, son complementarios. Sin Estado, sin reglas de juego, sin adecuada supervisión, sin el ius imperium, no existe un mercado competitivo en beneficio de los consumidores. Es más, a veces es imprescindible que el Estado intervenga adecuando y cambiando reglas –que son un medio y no un fin en sí mismas– cuando la situación así lo amerita. En estos tres casos (electricidad, papas y fusiones) pareciera que esto es lo que se requiere.