Manuel Romero
Economista
Nunca creí en el argumento que la política y la economía estaban divorciados. En todo caso, si quedaba alguien que todavía creía en ese argumento, supongo que lo ha abandonado luego de la nefasta experiencia de los últimos cinco años y del golpe de realismo que nos está dando la pandemia. Y lo que es más lamentable, teniendo en cuenta lo que señalan las encuestas hasta la fecha, es que todo parece indicar que en el próximo quinquenio seguiríamos con un Ejecutivo débil y sin mayoría en el Congreso. Y con un Legislativo con un elevado número de bancadas (más de 7) e inexperto como el actual.
No creo que exista un desafío más importante que lograr que el Ejecutivo y el Legislativo puedan lograr un acuerdo mínimo que evite mayores peligros para la democracia y el modelo económico, que el lograr que ambos se comprometan a no utilizar sus dos recursos más letales, la vacancia de la presidencia del lado del Congreso y la disolución del Legislativo por el Ejecutivo. De no lograr esto, seguiremos viviendo con los negativos efectos del riesgo inminente de conflictos entre ambos, que ya todos conocemos en qué terminan. Por lo que resulta un asunto de supervivencia lograr algún tipo de acuerdo antes que se inicie el próximo gobierno.
En realidad, lo ideal sería lograr el acuerdo apenas se tengan los resultados de la primera vuelta. Y como dice el politólogo Alberto Vergara, no hay que ser demasiado ambiciosos y solo se debe proponer a los dos candidatos que pasen a la segunda vuelta y a los jefes de las bancadas que logren ingresar al Congreso, un pacto constituido de cuatro palabras “No vacaré, no disolveré”. Si los principales actores políticos se comprometen a no vacar al presidente que resulte electo y a no disolver el Legislativo, tendríamos un ambiente lo suficiente equilibrado como para no solo poder lidiar con los problemas de corto plazo, sino para poder discutir, y eventualmente aprobar, las reformas indispensables para que nuestro país pueda retomar la senda del crecimiento sostenido.
Es esto o repetir otro quinquenio como el que estamos terminando, y que definitivamente nuestra economía no podría resistir. Todavía tenemos crédito en la comunidad financiera internacional. No permitamos que por supuestamente atender la emergencia del corto plazo sigamos incurriendo en populismos que terminarían afectando los pilares del modelo que han estado vigentes las últimas tres décadas con resultados envidiables, que no pueden olvidarse por la difícil coyuntura que estamos atravesando.