PROYECCIONES. El Fondo Monetario Internacional acaba de reducir, nuevamente, los pronósticos para el crecimiento de la economía mundial, a 3% para este año, el menor avance desde la crisis financiera mundial del 2008.

Para América Latina, la disminución en las expectativas del crecimiento es mayor. Ahora solo se espera un avance de 0.2% para este año, y un rebote a 1.8% para el 2020. En la región, pesa la debilidad de la economía de Brasil y la incertidumbre sobre México, Argentina y su contracción y el severo deterioro de la economía venezolana.

El organismo reitera que es la guerra comercial la que sigue constituyéndose como la mayor amenaza para la economía global. Esta vez, hasta la economía de Estados Unidos, que era una de las que se mantenían sólidas, ha sufrido una rebaja en las proyecciones de expansión, a 2.4%. En tanto, China, otra de las naciones envueltas en las fricciones comerciales, avanzaría 6.1% este año, y se desaceleraría aún más en el 2020, hasta una tasa de solo 5.8%.

Si bien, el organismo espera que el PBI global repunte ligeramente en el 2020, hasta los 3.4%, se estima que los costos de la guerra comercial representarían un 0.8% de la producción total del mundo, casi tres veces el PBI anual del Perú.

Esas perspectivas negativas que reflejan el recorte de previsiones del FMI debieran ejercer una mayor presión para que Estados Unidos y China encuentren una solución duradera a la guerra comercial en la que se encuentran. Urge llevar a cabo unas negociaciones ajenas a factores de tinte político u otro interés más que las concernientes al logro de mayores beneficios económicos del intercambio comercial.

En tanto ello no se produzca, el deterioro de la economía mundial podría ser mayor, perjudicando más los commodities, de los que muchas economías de la región dependen. Sin un impulso del factor externo, la agitada situación actual en América Latina podría complicarse, ya que se debe velar por mantener la estabilidad macroeconómica sin descuidar además las demandas de mayor bienestar de la población, tal como los recientes disturbios en Ecuador y Chile nos lo demuestran. Esas protestas podrían llevar incluso hacia un giro hacia políticas no tan promercado como se esperaba.