Secretario general de Somos Perú insistió en atacar frontalmente la corrupción y la inseguridad ciudadana. (Foto: Agencia Andina)
Secretario general de Somos Perú insistió en atacar frontalmente la corrupción y la inseguridad ciudadana. (Foto: Agencia Andina)

INACCIÓN. La inseguridad ciudadana ha vuelto a ser el principal problema del país, según la última encuesta de Ipsos. Lo había sido desde el 2011, pero el año pasado fue superada por la corrupción. Quizás los avances en la lucha contra este delito hayan hecho que la opinión pública coloque nuevamente en el tope de sus preocupaciones un asunto que la afecta directamente y sobre el que no observa esfuerzos para encontrarle solución.

De hecho, lo que la población está haciendo ante la persistencia de la delincuencia común es cambiar sus hábitos, para evitar asaltos. De acuerdo con el informe semestral de Seguridad Ciudadana del INEI, el 21.1% de habitantes de las ciudades de más de 20,000, ha dejado de realizar actividades como contestar el celular en la calle, llegar muy tarde a casa, salir de noche, llevar mucho dinero en efectivo, tomar taxi en la calle o salir a caminar.

Se podría argumentar que estas medidas de precaución son adecuadas, pero en realidad, lo que está ocurriendo es que una quinta parte de residentes urbanos está renunciando a la cotidianeidad, obligada por el miedo. En otras palabras, la delincuencia está ganando terreno y está arrebatándoles a las personas libertades que creíamos haber recuperado hace más de dos décadas, pues se están autoimponiendo “toques de queda”.

El porcentaje de ciudadanos que temen que serán víctimas de algún hecho delictivo supera con creces al de quienes han optado por cambiar sus hábitos: la percepción de inseguridad es de 88.4%, superior en casi dos puntos porcentuales al sondeo de hace un año. Ligada a esta cifra está la disminución de la percepción de vigilancia, que cayó 6.4 puntos porcentuales, hasta 39.3%, lo que sugiere que al miedo hay que sumarle la sensación de desamparo.

El informe del INEI también contiene datos anuales para el periodo 2013-2018; uno que llama la atención es que entre esos años, el porcentaje de víctimas de algún hecho delictivo cayó 10.2 puntos porcentuales, hasta 25.7%. Tal vez las autoridades utilicen ese número para afirmar que la lucha contra la delincuencia está rindiendo frutos. Y seguramente evitarán mencionar este: los delitos con arma de fuego pasaron de 7.2% a 9.1%, lo que indicaría una intensificación de la violencia.

Y mientras seguimos leyendo noticias de la liberación de ladrones, extorsionadores y abusadores sexuales, habría que preguntarse por qué la Policía no descubre mafias que trafican con armas, por qué tantos atestados policiales están mal hechos (según los jueces), o por qué hay fiscales que no reúnen pruebas suficientes para formular las denuncias respectivas.