La ONU señaló que se debe ampliar las intervenciones en diversas regiones para reducir la anemia en el Perú. (Foto: GEC)
La ONU señaló que se debe ampliar las intervenciones en diversas regiones para reducir la anemia en el Perú. (Foto: GEC)

COMBATE A LA ANEMIA. Todo Gobierno debería ser consciente de que algunas de las labores más importantes a su cargo solo darán frutos tras un largo periodo incluso más allá de los cinco años de mandato presidencial. El combate a la anemia es uno de ellos, y se trata de un problema tan serio que tanto jugar con las cifras como utilizarlas como moneda de ataque político debería estar proscrito.

El periodo más importante en el desarrollo de una persona son sus primeros tres años de vida, en esos años sus habilidades físicas y cognitivas multiplican con mayor rapidez y la falta de hierro afecta directamente al desarrollo cerebral. De allí que la anemia es una enfermedad tan peligrosa, sobre todo en estos primeros años. Si no se logra erradicar la anemia en la primera infancia, cuando esos niños lleguen a la edad adulta serán ciudadanos con capacidades melladas y les será mucho más difícil poder aprovechar las posibilidades de desarrollo del país afectando no solo su desarrollo personal y su nivel de vida familiar sino también la productividad del país.

Según la última información del INEI, la anemia en los menores de tres años pasó de 43.6% en el 2017 a 43.5% en el 2018. Es decir, la reducción fue prácticamente nula. Sin embargo, el Midis prefirió usar la data del segundo semestre del año pasado contra el primer semestre del mismo año para mostrar una reducción de la anemia de 5 puntos porcentuales. Y si bien es loable tratar de ser positivos y dar una alta cifra de crecimiento, lo más importante es revisar cuáles son los factores que generan que la reducción anual no haya podido cumplir la meta planteada de 42%.

El Gobierno, a través del Plan Multisectorial de Lucha Contra la Anemia (PMLCA), más que cifras efectistas debería trabajar en un método consistente y que le asegure resultados permanentes en el tiempo. Ya en el año 2011, la anemia en los menores de 3 años fue de 41.6% (y representó una reducción de 8.7 puntos porcentuales respecto al 2010), pero en los siguientes tres años se elevó considerablemente hasta llegar a 46.8%, para volver a caer en el 2015 a 43.5% y volver a incrementarse en el 2016.

Es decir, las cifras muestran que ningún Gobierno ha logrado, hasta el momento, un resultado consistente. Ver solo los resultados de un año, o peor aún los de un semestre, solo sirven para ganar un titular, pero en la lucha contra la anemia la mirada debe estar puesta en el largo plazo y en la sostenibilidad de los resultados. La anemia no debe ser un botín político.