Keiko Fujimori está en la audiencia al lado de sus asesores Pier Figari y Ana Herz. (Foto: Poder Judicial)
Keiko Fujimori está en la audiencia al lado de sus asesores Pier Figari y Ana Herz. (Foto: Poder Judicial)

FUERZA POPULAR. Los ocho días que Keiko Fujimori pasó en detención preliminar han marcado un antes y un después para la agrupación que dirige. En primer lugar, porque la lideresa del partido dice que luego de reflexionar su agrupación buscará ser menos confrontacional y más propositiva.

Este cambio de actitud fue remarcado por otros voceros del partido, pero las palabras de los miembros de Fuerza Popular requieren señales concretas de cambio, pues no es la primera vez que la bancada mayoritaria del Congreso señala que tendrá una postura de colaboración, pero luego los hechos la desmienten. Es más, la reciente contratación de Walter Jibaja como asesor en la Comisión de Defensa del Congreso, tras ser retirado de su cargo por el presidente del Parlamento, Daniel Salaverry, por sus agravios a legisladores y periodistas en las redes sociales no es una señal.

En segundo lugar, se evidencia la fragilidad de Fuerza Popular, demostrando que a pesar del cambio de nombre y de líder, continúa siendo un movimiento caudillista, igual que en la década de los 90, una “federación de independientes” como la definió un congresista del Apra, que se mantiene cohesionada por una disciplina basada en el miedo, pero que no cuenta con una línea ideológica clara ni con una estructura dirigencial que le permita sobrevivir a la salida de su líder. Por ello, durante los días que pasó Keiko Fujimori en detención, los integrantes de su bancada entraron en crisis, tal como declaró Úrsula Letona y algunos tuvieron una actitud de “sálvese quien pueda”.

Desde el punto de vista programático, en casi dos años y medio la bancada fujimorista mostró muy poco interés por las reformas que requiere el país, ya sea en materia tributaria, laboral o las de segunda generación, que están pendientes. Por el contrario, buena parte de los proyectos presentados por Fuerza Popular han sido de corte populista.

Si el fujimorismo aspira a mantenerse vigente requiere un cambio de actitud que transforme sus palabras en acciones concretas. Ahora Keiko Fujimori ofrece diálogo a todos, pero nuevamente le reclaman señales, como dejar de lado contrato de Jibaja o ya no blindar a Chávarry. Si no da muestras de cambio corre el riesgo de ser una sigla más en la historia política del Perú.