PELIGRO. Al niño Jesús se le espera con alegría y bien preparados; a El Niño, con temor pero sin haber tomado precauciones. La falta de prevención es justamente el principal motivo de que los daños causados por lluvias, huaicos e inundaciones sean de tanta magnitud y que generen enormes perjuicios económicos y sociales. También es la causa de que se necesiten más recursos y más tiempo para reconstruir la infraestructura destruida o deteriorada.

El pasado 14 de diciembre, la Comisión Multisectorial encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen), elevó la probabilidad de ocurrencia del evento climatológico de 67% a 73% en el Pacífico oriental –que incluye la costa norte peruana– y de 84% a 88% en el Pacífico central –centro y sur–. Por si sirve de algún consuelo, la probabilidad de ocurrencia de La Niña se mantiene en 0%. El anterior comunicado de la Enfen fue publicado el 3 de diciembre, lo que significa que en apenas once días las condiciones que permiten la presencia del fenómeno se afianzaron.

Esto debiera generar la reacción del Gobierno –del Congreso no se puede esperar mucho–, en especial del Ministerio de la Producción, al que Enfen está adscrita. Pero el Ejecutivo está concentrado en asegurar que ahora sí se acelerará la reconstrucción de los daños causados por El Niño costero del 2017, de modo que una vez más el fenómeno climatológico cogerá desprevenido al Estado. Solamente en una oportunidad se realizaron gastos de prevención con meses de antelación. Fue el 2015, en el Gobierno de Ollanta Humala, que destinó US$ 1,000 millones para esa tarea.

Como indican las probabilidades de ocurrencia de El Niño calculadas por Enfen, en esta ocasión el riesgo mayor está en el Pacífico central: la probabilidad de uno moderado ha subido de 23% a 30%. En dicha zona, su presencia está asociada a la disminución de las lluvias en la sierra, particularmente en la vertiente occidental –la que mira al océano Pacífico–, cuyos ríos abastecen a la agricultura y a las ciudades de la costa central y sur.

En suma, una estación seca tendría efectos severos sobre la producción agrícola e industrial, lo que echaría a perder cultivos e incidiría negativamente en la inflación. También habría escasez de agua potable en las ciudades de la costa central, empezando por Lima, cuyas reservas hídricas ya ocasionan problemas en épocas normales. Justamente por la falta de planificación y el manejo ineficiente de proyectos –como la represa de Huascacocha y la planta de tratamiento de Huachipa–, si El Niño ocurre, generará más costos que si se hubiese actuado con precaución.