CONDICIONES DE VIDA. Como destino turístico, Lima ha mejorado, gracias principalmente a su atractivo como centro gastronómico, aunque aún le falta aprovechar más su potencial histórico, musical y artesanal. Pero una cosa es que un extranjero venga al Perú de vacaciones y, camino a Machu Picchu, decida quedarse unos días en la capital, y otra muy distinta es tener que vivir en ella.

La consultora Mercer y la unidad de investigación de la revista The Economist (Intelligence Unit, EIU) realizan estudios anuales sobre las condiciones de vida en ciudades de todo el mundo. El objetivo es ayudar a las multinacionales a tomar decisiones, desde dónde establecer oficinas, “hasta determinar cómo distribuir, alojar y remunerar a su personal”, según indica Mercer.

Y Lima no sale bien parada en ninguno. El de la consultora, que fue publicado la semana pasada, la ubica en el puesto 124 entre 231 ciudades, el mismo del año pasado. La primera es Viena, por décimo año consecutivo, seguida de Zúrich, Auckland, Múnich y Vancouver. Es claro que aspirar a los primeros lugares no es realista, pero lo que más desalienta es que la urbe peruana ni siquiera destaca a nivel sudamericano: octava entre 12 ciudades. El de EIU, publicado en agosto pasado, cubre menos ciudades (140) y ubica a Lima en la posición 80, la misma que en el 2015.

Según Mercer, el estancamiento de Lima se debe a que si bien cuenta con solidez en los índices financieros y macroeconómicos, “no la ha traducido en ejecuciones disciplinadas de inversión que mejoren significativamente la calidad de vida de los limeños”. Algunos de los criterios utilizados incluyen el entorno sociocultural, educación, salud, recreación, servicios públicos y transporte. Y eso que los ejecutivos extranjeros no se atienden en hospitales estatales ni se trasladan en combi –aunque seguramente pronto descubren que las reglas de tránsito no son obligatorias sino opcionales–.

Este año, Mercer también publicó un ranking independiente sobre seguridad personal, que analiza la estabilidad interna de las mismas 231 ciudades, delincuencia, aplicación de la ley, limitaciones a la libertad personal, relaciones con otros países y libertad de prensa. No debe sorprender a nadie que Lima haya salido peor evaluada: puesto 157 a nivel mundial y 9 en Sudamérica.

Estos estudios evidencian que la inversión extranjera no solo mira el entorno macroeconómico, la estabilidad jurídica o el potencial de sus mercados, sino que también se preocupa por saber si sus empleados podrán vivir en condiciones adecuadas y sintiéndose seguros. Y el letargo en el que se encuentra Lima no debe ser un factor decisorio positivo.