Catedral de Lima en la Plaza de Armas de la Ciudad.
Catedral de Lima en la Plaza de Armas de la Ciudad.

RECONOCIMIENTO. Desde el 2014, The New York Times (NYT) publica su esperada lista 52 Places to Go –empezó en el 2006, pero hasta el 2013 sus recomendaciones fluctuaron entre 31 y 46 lugares–. El influyente diario no ha sido muy generoso con los atractivos turísticos del Perú pues la década pasada solo seleccionó tres: la costa norte (2015), el Valle Sagrado (2017) y Kuélap (2018), aunque considerando que ese trío peruano apareció en la segunda mitad, parece ser que le está prestando más atención al país como destino premium.

Y este año la grata sorpresa fue la inclusión de Lima: “Se podría decir que es el epicentro culinario de Sudamérica, una ciudad salpicada de célebres chefs y extravagantes platos de extraordinaria comida”. Nada que cualquier peruano no sepa, pero que gran parte de viajeros extranjeros de ingresos altos y medios todavía ignora. Que los lectores del NYT se enteren de que la capital peruana es un sitio recomendable para engreír al paladar habla muy bien de los esfuerzos de los emprendedores gastronómicos, que han logrado lo que a inicios de este siglo solo era un sueño.

Pero Lima no es solo digna de satisfacer a los sibaritas del mundo. La reseña del NYT también destaca su legado histórico y cultural, reflejado en museos y lugares como la Plaza Mayor y “una pirámide preinca en el centro” de San Isidro (o sea, la huaca Huallamarca). No menciona a la miraflorina Pucllana, pero sí indica que ese distrito es el preferido de los turistas. También hay espacio para las compras, en boutiques y tiendas, aunque los mercados de artesanías fueron dejados de lado, pese a que tienen una oferta interesante y original.

En vista que no todo es bonito en Lima –quienes vivimos aquí lo sabemos de sobra–, el NYT no evita informar sobre su “triste cielo, barrios ruinosos, embotellamientos e inequidad económica”. Con respecto a la infame “panza de burro” no se puede hacer nada, salvo insistir en que en verano la cosa mejora mucho, pero en las otras falencias sí se puede hacer mucho. Lo que está pendiente es contar con un plan urbano que se respete y no cambie con cada alcalde, reordenar el tránsito y el transporte público, y redistribuir la riqueza y generar más empleos formales. Pero para eso se necesitan autoridades con visión de largo plazo y dispuestas a trabajar en serio.

La mayoría de lugares de la lista de este año comparte otro avance ausente en el caso de Lima: se han convertido en destinos amigables con el medio ambiente, así que esa es otra responsabilidad que habría que exigirles a nuestros gobernantes, pues por ahora todo ese progreso es solo un sueño.