Estados Unidos y China se encuentran en una guerra comercial que podría afectar a los consumidores de ambos países. (Foto: AFP)
Estados Unidos y China se encuentran en una guerra comercial que podría afectar a los consumidores de ambos países. (Foto: AFP)

POLÍTICA COMERCIAL. La guerra comercial que el Gobierno de Donald Trump ha declarado a China, la Unión Europea (UE), Canadá y México está escalando rápidamente y ya se observan signos de turbulencias en los mercados comerciales y financieros –como la caída de la cotización internacional del cobre–. En el Perú, el titular del Mincetur, Rogers Valencia, declaró a principios de julio que el impacto sería “marginal”, y a principios de este mes reiteró que no creía que sea grave.

Entre los argumentos que esgrimió para justificar la supuesta neutralidad peruana figura la diversificación de mercados y de la oferta exportable, y que para evitar un efecto desfavorable hay que “continuar con las exportaciones a otros destinos”. Estas respuestas, que suponemos tienen como fin tranquilizar a los exportadores, en realidad reflejan una actitud contemplativa ante un problema que no deja de agravarse.

Además, revelan que en materia de política comercial, todavía no se logra pasar de la negociación de tratados y de la participación en ferias y exposiciones. El aprovechamiento de esos acuerdos para potenciar las exportaciones y dinamizar las importaciones de insumos y bienes de capital, así como estar preparados para reaccionar ante crisis como la provocada por Trump, todavía deja mucho que desear. Un caso evidente es que durante el largo periodo de caída de los precios de los commodities, las exportaciones sufrieron tres años consecutivos de caídas (2013-15).

Y el argumento de exportar a otros destinos tampoco funcionaría esta vez, porque la guerra comercial está impactando sobre los precios de los commodities –que son los mismos en todos lados–. Es más, una víctima inicial de las tensiones, el cobre, representa más de la mitad de nuestras exportaciones mineras, y una posible caída de sus embarques provocaría desequilibrios en las cuentas externas del país y debilitaría el crecimiento, en un momento en que la economía está recuperándose –lo mismo ocurría hasta junio con los términos de intercambio–.

Otra muestra de la poca efectividad de la promoción exportadora es que el traspaso de las oficinas comerciales al Mincetur no ha dado los resultados que se esperaban. Al respecto, nunca se ha publicado ninguna evaluación para cuantificar su labor, de modo que se ignora si han contribuido en diversificar la oferta exportable o en elevar el número de empresas exportadoras. La información disponible sobre estas agencias está desactualizada.

Y como ya se ha visto en casos como el cacao con alto contenido de cadmio, tampoco se está trabajando en anticiparse a las nuevas exigencias de los socios comerciales. En suma, la política comercial necesita comenzar a ser proactiva.