BOLIVIA. Evo Morales ya está en México, el destino de su autoexilio, tras renunciar a la Presidencia de su país, rebautizado “Estado Plurinacional de Bolivia” por la Constitución que él promulgó y que, años después, decidió interpretar para poder reelegirse cuantas veces quisiera. Los indicios de serias irregularidades en las elecciones del pasado 20 de octubre generaron protestas que se extendieron a grupos que habían sido aliados de su Gobierno, entre ellos las Fuerzas Armadas, lo que decidió la suerte del mandatario.

¿Cómo queda Bolivia tras la salida de Morales? Hay que recordar que ascendió al poder (en el 2006), a raíz de una crisis política que provocó la caída de Carlos Mesa –curiosamente su rival en los comicios de este año–, quien a su vez había asumido la Presidencia tras la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, en el 2003. Esto parece sugerir que Bolivia tiene la capacidad de soportar constantes crisis políticas.

Morales aplicó un enfoque económico socialista. Si bien no expropió la explotación de recursos naturales, elevó los impuestos y contribuciones que las empresas realizan al Estado. Con ello, fue posible elevar la recaudación y, por ende, el gasto público, que se concentró en la modernización de infraestructura económica y social. Las arcas fiscales experimentaron una mejora tan fuerte que durante los primeros ocho años del Gobierno, hubo superávit fiscal.

Además, gracias al impulso de la inversión estatal y al boom de los commodities, el PBI boliviano creció a tasas que figuraban entre las más altas del mundo, por encima del 4%. Pero los problemas llegaron con el fin del boom –la exportación de gas a Brasil y Argentina es la principal actividad económica del país– y desde el 2013, Bolivia registra déficits fiscales muy elevados. El del 2018 fue el mayor: 8.3% del PBI. A lo cual hay que agregar que por falta de empleo, la economía boliviana es altamente informal.

Encima, su deuda pública volvió a superar el 50% del PBI –un nivel considerado peligroso–, cuando había logrado ubicarse en 35% del PBI a inicios de esta década. Ante este deterioro macroeconómico, al que se suma el aumento del déficit en cuenta corriente, en mayo la calificadora Standard & Poor’s cambió de “estable” a “negativa” la perspectiva del rating crediticio del país.

En suma, Morales deja una economía sobreendeudada que no ha podido diversificarse, lo que genera poca generación de empleo y, por ende, explica el descontento de la población. El próximo Gobierno tendrá la dura tarea de ajustar las cuentas fiscales pero cuidando de no afectar la mejora de las condiciones de vida de los grupos que, por primera vez, vieron que el Estado los tomaba en cuenta.