El gobierno apunta a atraer a 5.6 millones de turistas internacionales hacia el año del Bicentenario. (Foto: GEC)
El gobierno apunta a atraer a 5.6 millones de turistas internacionales hacia el año del Bicentenario. (Foto: GEC)

CONECTIVIDAD. En términos de divisas generadas, el turismo receptivo continúa en crecimiento: el año pasado fueron US$ 3,947 millones, 6.4% más que en el 2017, según el BCR. Eso a pesar de que la oferta para los visitantes extranjeros sigue concentrada en el circuito sur: Cusco y Machu Picchu, además de destinos que pueden incluirse en el itinerario hacia estas zonas incas –Lima, Paracas, Nazca, Arequipa, Puno y el Manu–, aunque en menor escala.

El resto del país no está preparado para ofrecer a los turistas foráneos los servicios que necesitan. Para empezar, la conectividad se encuentra en un estado de retraso tal, que lo subrayan los medios internacionales que se animan a investigar atractivos peruanos distintos de los “clásicos”. El año pasado, The New York Times incluyó a Kuélap entre sus 52 lugares para visitar y, en su crónica del viaje, la autora resaltó que llegar es un esfuerzo “hercúleo”. El aeropuerto más cercano a Chachapoyas está a tres horas y media en carretera. Y la alternativa económica dura diez horas.

Esta deficiencia también se presenta en la costa. La revista británica The Economist acaba de publicar un análisis sobre los hallazgos arqueológicos de la cultura Moche, y relata que, debido a un puente dañado, el bus más rápido tardó casi cinco horas en recorrer los 200 km entre Trujillo y Chiclayo. En otras palabras, los problemas de conexión existen hasta entre ciudades importantes, y aunque en tales casos suelen ser temporales –sobre todo en época de lluvias–, solucionarlos toma más tiempo de lo técnicamente necesario.

Sin carreteras en buen estado y con mantenimiento constante, ni aeropuertos cercanos, los empresarios no apostarán por invertir en hoteles y otros servicios complementarios –restaurantes, guías, excursiones, clínicas y un largo etcétera–. Por ejemplo, Kuélap cuenta con teleférico desde el 2017, pero las dificultades para llegar hasta Chachapoyas impiden que se desarrolle como un producto turístico de nivel internacional. Muchos otros lugares merecen más atención: Choquequirao, las playas piuranas y tumbesinas, la selva norte, el Callejón de Huaylas o el circuito Moche, que como advierte The Economist, no está siendo aprovechado al máximo.

Aparte del impacto económico para la población local, el turismo receptivo también tiene un enorme impacto social. El ejemplo de Cusco es claro: es una ciudad cosmopolita y de mente abierta, quienes trabajan en el sector hablan varios idiomas (incluido el quechua) y el hecho de que sea digna de ser visitada eleva la autoestima de la población. Si no fuese por la incompetencia de las autoridades, las divisas por turismo serían mucho mayores.

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