Editorial de Gestión. Esos dos meses hicieron profunda mella en la imagen que la economía peruana se había ganado los últimos 20 años.
Editorial de Gestión. Esos dos meses hicieron profunda mella en la imagen que la economía peruana se había ganado los últimos 20 años.

RIESGO. El primero ocurrió el 1 de setiembre, cuando la agencia calificadora Moody’s rebajó de A3 a Baa1 el rating de la deuda soberana del Perú. En ese entonces, ya alertábamos de que Standard & Poor’s (S&P) y Fitch Ratings podrían estar evaluando hacer lo mismo. Y los baldazos de agua bien fría cayeron la semana pasada (jueves y viernes, respectivamente). S&P cambió la perspectiva de “estable” a “negativa”, aunque mantuvo su rating (BBB+) y Fitch redujo el rating de BBB+ a BBB. Tanto esta agencia como Moody’s mantienen la perspectiva “estable”, pero advierten de posibles cambios a “negativa” si el entorno político y las perspectivas económicas no mejoran.

Uno de esos factores, subraya Fitch, es el deterioro de los indicadores de gobernanza del país que podría resultar de la inestabilidad política o de modificaciones a la Constitución que debiliten el marco político y económico. El ruido político no es reciente, sino que comenzó a intensificarse tras las elecciones del 2016 –lo atestiguan cuatro gobiernos, dos Congresos y una campaña electoral que dividió al país–. Pero alcanzó niveles ensordecedores tras la investidura del presidente Pedro Castillo y el nombramiento de Guido Bellido como premier.

Esos dos meses de casi paralización en el Ejecutivo –salvo la vacunación y poco más–, caracterizados por discursos típicos de candidato presidencial o congresal, amenazas de aplicar un programa económico estatista y desmantelamiento de medidas de ayuda a empresas golpeadas por la pandemia hicieron profunda mella en la imagen internacional que la economía peruana se había ganado con tanto esfuerzo los últimos 20 años. Y las nuevas calificaciones de esas tres agencias son el reflejo de esa situación, a las que hay que sumar la revisión a la baja de indicadores como inversión privada y PBI para el próximo año.

La semana pasada advertíamos que luego de la defenestración de Bellido y la adopción de un estilo moderado de parte de Castillo el gran desafío del Gobierno será revertir las expectativas pesimistas de las empresas, un proceso que toma mucho tiempo. Una señal de que el cambio fue bien recibido es el retroceso del dólar, aunque para que la relativa tranquilidad se traslade a indicadores de mediano y largo plazo hará falta más que discursos. Un reporte de Bloomberg Economics sostiene que la incertidumbre política se mantendrá alta si Castillo intenta equilibrar las demandas radicales de Perú Libre y el pragmatismo moderado que se necesita para dirigir el país de manera efectiva. El presidente tiene la palabra.

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