(Foto: Joel Alonzo / GEC)
(Foto: Joel Alonzo / GEC)

PRECIOS. La inflación de julio (1.01% en Lima y 1.04% a nivel nacional) fue la más elevada de los últimos 52 meses. Está ocurriendo lo que desde hace por lo menos dos meses se advirtió que iba a ocurrir, porque uno de los principales motivos del encarecimiento de bienes y servicios de la canasta básica es la incertidumbre política, vía el aumento del precio del dólar. También hay otros factores que han tenido mucha incidencia inflacionaria, pero empecemos por el que sí se pudo atenuar durante la campaña electoral.

Dado que el dólar es un “activo refugio”, si un candidato presidencial dice una cosa un día y al siguiente se desdice, en especial cuando se trata de anuncios que afectarían la estabilidad macroeconómica, la propiedad, la inversión o la generación de empleo, las empresas y las personas –y los inversionistas especulativos– elevan sus tenencias de esa moneda. La inquietud se agrava si se insiste en convocar asambleas constituyentes o se hacen anuncios confusos sobre una “economía popular con mercados”, que a muchos les debe haber recordado la escasez de artículos de primera necesidad y las largas colas del periodo 1985-90. Por cierto, en esa época hubo hiperinflación.

Un dólar por las nubes se trasladó a productos importados que ya estaban caros debido a la recuperación de la economía internacional: combustibles e insumos alimenticios como aceite de soya, trigo y maíz amarillo duro. Y aunque sus cotizaciones comiencen a estabilizarse, lo que se espera que ocurra en estos meses, si el tipo de cambio sigue aumentando en el país, la llamada “inflación importada” continuará al alza. En ese sentido, el Gobierno y en particular el MEF tienen una tarea urgente: comenzar a calmar las expectativas cambiarias a través de mensajes coherentes y acciones consecuentes con esos mensajes.

Como si el impacto del dólar no hubiese sido suficiente, hay que agregar la escasez de GLP, provocada por un modelo empresarial que tiene como supuesto base que el mar no se encabrite e impida transportar el combustible desde Pisco hasta Lima. Aunque es necesario pensar en corregir esa ineficiencia logística, existen otros riesgos que merecen atención prioritaria.

Uno de ellos es que en el Gobierno (o en el Congreso) comience a rondar la idea de fijar límites máximos a los precios básicos o al tipo de cambio. Muchas veces en el pasado se optó por medidas así, con resultados harto conocidos –escasez, mercados negros y mayor inflación–. ¿No sería mejor dejar de causar sobresaltos con declaraciones contradictorias y anacrónicas?

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