Editorial de Gestión. A nuestro país le han sobrado caudillos y le han faltado estadistas.
Editorial de Gestión. A nuestro país le han sobrado caudillos y le han faltado estadistas.

BICENTENARIO. “Cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás”, decía Winston Churchill, así que cabría preguntarse si 200 años es lo suficientemente atrás para poder vislumbrar el Perú del futuro. Lo cierto es que dos siglos parecen demasiado tiempo para no haber sido capaces de solucionar nuestros problemas estructurales –corrupción generalizada, autoridades ineptas, discriminación social y económica, racismo, machismo, homofobia–. Es cierto que hemos comenzado a asumirlos y a admitir que depende de nosotros mismos superarlos, pero se avanza con mucha lentitud.

En cuestión de derechos civiles, también estamos a la zaga en Occidente y los que se han ido conquistando, sobre todo a partir del siglo pasado –voto universal, jornada laboral, escolaridad casi total, seguro médico, pensiones– llegaron décadas después de haberse instaurado en muchos otros países. Así que habrá que esperar que lo mismo ocurrirá con la igualdad de género y los derechos LBGTIQ+, y con la adopción de reglas y hábitos que combatan el cambio climático, pues a pesar de que el Perú es uno de los países más vulnerables ante el calentamiento global, seguimos actuando como si fuésemos inmunes frente a esa amenaza.

La consecuencia directa de esas taras y falencias es la inequidad de oportunidades, un lastre que no ha logrado ser entendido por quienes han estado en el poder –aunque se prodiguen en promesas electorales que olvidan cuando asumen sus cargos–. Y hacer creer que una nueva Constitución obrará el milagro es otra promesa vacía. Ya hemos tenido doce (contando la actual), más cuatro estatutos provisionales. Es que el secreto no es cambiar la carta magna cada cierto tiempo, sino gobernar bien, un reto del que casi nadie ha salido airoso porque a nuestro país le han sobrado caudillos y le han faltado estadistas.

En política gubernamental, tal vez lo único destacable sea la estabilidad macroeconómica, que lleva casi tres décadas, aunque es claro que crecimiento no es lo mismo que desarrollo, algo que el covid-19 ha puesto en evidencia. Es doloroso pensar cuántas muertes pudieron haberse evitado si los recursos fiscales de lustros previos se hubiesen destinado a modernizar la infraestructura y mejorar la atención del sector salud.

Si el Perú ha logrado salir a flote frente a cada crisis, es gracias a la resiliencia de su población, y ese es el argumento de peso que permite asegurar que el futuro será mejor. También influirá una naciente autoestima. Solo hacen falta líderes que sean capaces de actuar para que los avances no sean tan lentos.

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