Editorial de Gestión. Se necesita alguien que, sin claudicar de las libertades políticas, económicas y de expresión, pueda trabajar consensuadamente.
Editorial de Gestión. Se necesita alguien que, sin claudicar de las libertades políticas, económicas y de expresión, pueda trabajar consensuadamente.

DOMINGO 11 DE ABRIL. Este fin de semana los peruanos deberemos acudir a las urnas para elegir a quien nos represente como presidente de la República durante los próximos cinco años. La campaña electoral que está por llegar a su penúltimo capítulo –en el Perú ya es tradición pasar a una segunda vuelta– ha sido la más compleja de los últimos años debido a la crisis sanitaria en la que está inmerso el país y que ha generado que apenas en las últimas semanas se vea un interés por parte de la población en los diferentes candidatos que están compitiendo.

En un escenario ideal, la población debería llegar este domingo conociendo la hoja de vida de cada postulante –tanto al sillón de Pizarro, como al Parlamento–, el trabajo que realizaban antes, el financiamiento a las agrupaciones, y todos los temas divulgados por los diferentes medios de comunicación, como quiénes tienen alguna sentencia, quiénes no viven en los lugares en los que postulan y varias perlas más. Asimismo, se conocerían los planes de gobierno y si estos realmente pueden ser aplicados en la realidad y a qué costos, es decir, la factibilidad de llevarlos a la práctica. Lamentablemente, ni en el Perú, ni en muchos otros países se vota con un escenario ideal. No se vota por los planes de gobierno ni por la hoja de vida, priman las ideologías, las percepciones, afinidades no necesariamente políticas, simpatías o antipatías y otras preferencias.

Lo que está en juego en esta elección –tal como ha sucedido en años anteriores– es el futuro de cada uno y del país, quizás en este momento con un gran factor en contra que es la pandemia que afecta desde hace más de un año. Y aunque suene a frase cliché está en manos de los ciudadanos qué tipo de gobierno tendrá el Perú. En más de una ocasión hemos repetido desde estas líneas que “sin embargo, el último paso está en manos de los electores. Debemos ser más cuidadosos sobre a quién le damos nuestro voto”, rompamos la idea de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

El próximo presidente recibirá una economía agotada, un elevado desempleo y tendrá que afrontar un alto nivel de demandas a ser resueltas en el corto plazo. Se necesita alguien que, sin claudicar de las libertades políticas, económicas y de expresión, pueda trabajar consensuadamente, pues la tarea que le aguarda es titánica y no podrá resolverla una sola persona. Esa no es una tarea sencilla, por lo que la responsabilidad de elegir a quien conducirá al país los próximos cinco años debe ser meditada con mucho cuidado. La decisión que tomemos este domingo será trascendental.