Editorial de Gestión. Aparte del lastre burocrático, la inventiva nacional no cuenta con suficiente apoyo financiero.
Editorial de Gestión. Aparte del lastre burocrático, la inventiva nacional no cuenta con suficiente apoyo financiero.

INNOVACIÓN. El COVID-19 ha puesto en evidencia las debilidades del sistema de salud del país, público y también privado: precariedad de la infraestructura a cargo del Minsa y Essalud, ineficiencia del gasto a nivel de Gobierno nacional y gobiernos regionales, falta de material hospitalario elemental, ausencia de empatía en muchos profesionales de la salud y clínicas con mark-ups dignos de productos de lujo –incluso para pruebas que son gratuitas–, entre otras.

Pero hay una debilidad estructural que aún no llama la atención: el escaso respaldo que recibe la inventiva peruana en general, y la orientada a la tecnología médica en particular, la cual ha estado muy activa buscando soluciones para enfrentar al virus. El problema es que muchas instituciones estatales, como lo advertimos ayer, siguen actuando como si no estuviésemos en medio de una crisis.

En el ámbito de la salud, el principal obstáculo es el prolongado y engorroso proceso de autorización de fármacos, tratamientos y dispositivos, que está a cargo de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid), adscrita al Minsa. Según Apoyo Consultoría, se ha llegado a esperar hasta 18 años para la aprobación de un medicamento para el cáncer de mama, que ya tenía el visto bueno de Estados Unidos –o 14 para otros contra cáncer rectal y de pulmón–, de modo que los casi tres meses que la PUCP esperó para que Digemid autorice su ventilador mecánico podrían parecer todo un récord.

Pero han sido tres meses en los que el Gobierno tuvo dificultades para importar equipos UCI –el déficit continúa y no solo en el interior del país–, aparte de que la fabricación de ventiladores está estandarizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por tanto, cabría preguntarse si tenía que pasar tanto tiempo para aprobar un equipo tan urgente. Las demoras en las autorizaciones también han ocurrido para dispositivos simples, como termómetros, y también para pruebas rápidas.

Aparte del lastre burocrático, la inventiva nacional no cuenta con suficiente apoyo financiero. El ventilador de la PUCP recibió donaciones del sector privado, pues lo asignado por Concytec no hubiese bastado. El rol de esta agencia estatal para promover la investigación ante la pandemia ha sido apropiado, aunque solo ha podido destinar US$ 6 millones a 29 proyectos, la gran mayoría a cargo de universidades (UNI, San Marcos, Cayetano Heredia, etcétera). Es claro que harán falta más fondos públicos y privados para que se hagan realidad y, por supuesto, mayor celeridad en la autorización cuando estén listos para su uso.