Editorial de Gestión. La discordancia entre las estadísticas covid es otra grave dificultad que tiene que resolverse.  (Cortesía)
Editorial de Gestión. La discordancia entre las estadísticas covid es otra grave dificultad que tiene que resolverse. (Cortesía)

PANDEMIA. Con lo que ocurre en Arequipa y dos meses antes en Loreto, Piura, Lambayeque y Ucayali, se ha hecho evidente que la culpa por el mal manejo de la crisis del covid-19 recae no solo en el gobierno sino también en las autoridades departamentales, pues salvo contadas excepciones, han tenido un desempeño nefasto. Pero hay que recordar que cada departamento tiene un ministro “responsable”, de modo que habría que concluir que no se ha prestado atención y que eso explicaría las reacciones tardías del Ejecutivo.

Ahora que el Minsa ha asumido la gestión de la salud pública arequipeña, con demasiado retraso como dicta la costumbre, y tendría que hacer lo propio en más departamentos desbordados –Huánuco, Ica, Puno, Cusco y la lista sigue–, hay que solicitarle a la ministra Pilar Mazzetti buscar solución a una serie de problemas que el virus ha creado o exacerbado.

En primer lugar, acelerar la instalación de hospitales de emergencia y la provisión de equipos como plantas de oxígeno y de material de bioseguridad para el personal. También es apremiante contratar más profesionales de la salud –y pagarles sin demoras–. De poco sirve contar con camas UCI si no hay médicos intensivistas, enfermeras y técnicos capacitados en manejo de ventiladores y demás instrumental, y atender a los pacientes. Igualmente, es necesario un cambio en el trato que reciben los familiares de los internados, que tienen que soportar la indolencia del personal administrativo de los hospitales.

La discordancia entre las estadísticas covid del Minsa y de las direcciones regionales de salud es otra grave dificultad que tiene que resolverse. Al 25 de julio la cifra oficial de contagiados según el Minsa era de 379,884; pero según las direcciones regionales llegaban a 526,546. También hay diferencia en la cifra de fallecidos, pues según el Minsa son 18,030 y la data regional es de 24,165.

Tampoco se sabe si en el Gobierno han considerado la rehabilitación de los recuperados, ni de las secuelas físicas y sicológicas que el covid-19 dejará en esas personas.

La falta de información oficial es otro serio inconveniente y la abundancia de curanderos y charlatanes, así como de locales clandestinos que venden falsas curas, es su consecuencia. Incluso, congresistas y autoridades subnacionales se afanan en promoverlas. Muchos países han emprendido campañas masivas de comunicación, pero en el nuestro ese tipo de estrategia brilla por su ausencia, lo cual redunda en un exceso de contagios. Y del ofrecido trabajo conjunto con las empresas y organizaciones civiles y religiosas, todavía no se ven avances. Hay que apurarse porque el virus no da tregua.

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