Editorial de Gestión. No se ha logrado definir una política cultural consensuada, estructurada y sostenida.
Editorial de Gestión. No se ha logrado definir una política cultural consensuada, estructurada y sostenida.

SIN RUMBO. La semana pasada, una entidad pública lanzó un curso de quechua online cuya convocatoria superó las expectativas -hasta ayer, las dos primeras clases tenían más de 118,000 vistas en YouTube-. La iniciativa fue de la Municipalidad de Lima, no del Ministerio de Cultura, como podría haberse pensado, pues una de sus funciones es la revalorización y difusión del patrimonio nacional. En lo que ha estado inmerso ese ministerio los últimos días es en otro de sus escándalos por contrataciones irregulares, que provocó la salida de su titular, Sonia Guillén, y la intervención de la Fiscalía Especializada en Delitos de Corrupción.

La especie de artista-motivador-comunicador que facturó el equivalente del sueldo ministerial por una charla, en medio de la emergencia, ha cobrado más de S/ 175,000 a ese despacho desde el 2018, cuando su titular era Patricia Balbuena, quien tuvo que renunciar por la presunta existencia de conflictos de intereses entre funcionarios que aprobaban licitaciones y las empresas que las ganaban. Hoy, Balbuena es viceministra de Prestaciones Sociales del Midis y, en teoría, ha estado a cargo del ineficaz reparto de los bonos.

Este periodo de Gobierno (2016-2021) no ha logrado sacudirse de vicios de larga data, como el compadrazgo y el padrinazgo, y también se ha caracterizado por la rotación y el retorno de funcionarios. De hecho, el sucesor de Guillén, Alejandro Neyra, ya estuvo al frente de Cultura, en el último Gabinete de Kuczynski. Ahora que ha recibido una segunda oportunidad, habría que esperar que tenga capacidad de fijarle un rumbo a un ministerio que desde su creación (en el 2010) ha estado a la deriva, sin haber logrado definir una política cultural consensuada con expertos y con otras entidades, estructurada y sostenida.

Esa carencia se ha reflejado en la emergencia, en el abandono en que han estado las poblaciones nativas, pues es la misma indiferencia que Cultura siempre ha mostrado con su visión paternalista y elitista. Artistas y artesanos tampoco han recibido la atención que necesitan, a los que habría que sumar el sector editorial. Aunque en el caso de los artesanos cuenta con herramientas como la tienda virtual ruraqmaki.pe y un registro manejado por el Mincetur, Cultura no las difunde ni las utiliza con inteligencia.

Si el ofrecimiento de ayudar a artistas y artesanos se materializa, el ministerio tiene que ser muy transparente con los nombres de los beneficiarios y criterios de cómo asignará los bonos, que deben reflejar la variedad cultural y evitar sesgos basados en tendencias ideológicas o pago de favores.

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