Editorial de Gestión. Lo sensato sería nombra un comité de científicos y ejecutivos con contactos en el exterior. (Foto referencial: Mladen ANTONOV / AFP)
Editorial de Gestión. Lo sensato sería nombra un comité de científicos y ejecutivos con contactos en el exterior. (Foto referencial: Mladen ANTONOV / AFP)

VACUNA. La carrera por asegurarse dosis suficientes de la futura vacuna contra el COVID-19 toma fuerza. La farmacéutica británica AstraZeneca acaba de llegar a un acuerdo con los gobiernos de Alemania, Francia, Italia y Países Bajos para venderles 300 millones de dosis por US$ 843 millones, y previamente había hecho lo propio para 1,700 millones de dosis con Reino Unido, Estados Unidos, una farmacéutica de India y las ONG CEPI –fundada por Bill y Melinda Gates– y Gavi.

Con ello, la compañía ya cubrió su capacidad de producción, de modo que si alguien más desea comprarle la vacuna –que costaría US$ 2.80 por dosis– tendría que encargarse de su producción, lo cual acarrearía una inversión adicional. De las más de 135 vacunas en desarrollo en todo el mundo (incluido el Perú), 18 ya están siendo testeadas en humanos, de modo que habría otras opciones.

Esto es probablemente lo que los voceros del Gobierno respondan cuando se les consulte qué se está haciendo para conseguir los 33 millones de dosis que harán falta en el país, y añadirán la frase que se ha convertido en su mantra: “Estamos evaluando”. Es latente el riesgo de que se repitan las fatales experiencias que ocasionó la falta de ventiladores mecánicos y pruebas moleculares, aunque si eso vuelve a ocurrir, será inaceptable la excusa de que los países ricos acapararon las compras.

Además, con las vacunas la pugna será más intensa, pues al mundo desarrollado se le sumarán ONG como las nombradas arriba, que destinarán las dosis a países pobres –el Perú está catalogado como de ingresos medios–, de modo que si no se empieza a buscar y negociar, como ya lo está haciendo Chile, nuestro país terminará al final de la cola. Las consecuencias podrían ser muy graves. Por ejemplo, los extranjeros inmunizados preferirían visitar destinos que también lo están.

¿Qué hacer? Encargar la tarea a la Digemid sería una negligencia. Ahora que el Gobierno, aparentemente, se ha sacudido de su desconfianza hacia el sector privado –al menos ya hizo su mea culpa–, lo sensato sería nombrar un comité con científicos y ejecutivos con contactos en el exterior, que aporten sus conocimientos y experiencia negociadora. Y lo más importante, aparte de escucharles, será hacerles caso y actuar con celeridad.

Se han desperdiciado recursos por ningunear la iniciativa privada, como en el reparto de canastas –un grupo de empresas ofreció hacerlo gratuitamente–, o la dilación en responder las propuestas de las pymes para fabricar material de protección y otras confecciones. ¿Volverá a pasar lo mismo con la vacuna?

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