MEDIO AMBIENTE. Todos los años, el planeta afronta temporadas de lluvias, heladas, huracanes, sequías, nevadas y otros. Pero su intensidad y daños humanos y materiales aumentaron en años recientes. Lo mismo ocurre con los fenómenos climáticos como El Niño, que se ha vuelto más frecuente –hemos tenido dos en los últimos tres años–. Para el consenso científico, esto es consecuencia del calentamiento global. Y el daño, que es causado por los humanos, no podrá ser reparado si no se toman acciones pronto.

Según los expertos, el Perú es uno de los países más vulnerables, y ya estamos sufriendo las consecuencias. Por ejemplo, los costos de El Niño del 2017 fueron inmensos y reconstruir la infraestructura ha enfrentado serias dificultades. Ahora habrá que sumar los destrozos de El Niño actual. Pero a pesar de esa vulnerabilidad, ni el presente Gobierno ni los anteriores han tomado en serio el problema.

Ninguno ha pasado de los ofrecimientos que no llegan a cumplir. Claro que no han perdido ocasión para adherirse a cuanto convenio exista, empezando por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ponerse a la moda con la creación de un ministerio ad-hoc (2008) y, por supuesto, organizar la cita cumbre mundial (2014). También han incluido cláusulas ecológicas en algunos tratados de libre comercio, como el suscrito con Estados Unidos, que prohíbe el uso de madera ilegal.

Justamente el forestal es el tema en el que el Estado peruano no ha mostrado señales de avance, sino, al contrario, de retroceso. Más allá de las leyes aprobadas por el Congreso y sus estrictos reglamentos emitidos por el Ejecutivo, lo cierto es que la deforestación sigue sin dar tregua. Y se la combate con debilidad de parte del Gobierno nacional y casi nula colaboración de las autoridades regionales y locales.

El área donde la depredación es mayor está en Madre de Dios y las selvas de Cusco y Puno; la causa es la minería ilegal. El Comercio informó que según el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), en los últimos dos años se han registrado los peores niveles de devastación de la Amazonía sur (18,440 ha, equivalentes a 25,000 canchas de fútbol). El pico histórico se registró el año pasado.

El problema no es exclusivamente ecológico. En esas zonas hay 40,000 personas que trabajan en la extracción de oro, prostitución y otras actividades en condiciones de semiesclavitud. Aún se cree que la solución son las interdicciones, cuando lo que tiene que implementarse son acciones más inteligentes y coordinadas. Pero para eso se requiere prestar más atención.