(Foto: GEC)
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MESA DIRECTIVA. Cuando de calificar la labor del Parlamento se trata los peruanos son directos y desaprueban a este poder del Estado. Así, la última nota obtenida en la encuesta de Pulso Perú fue de 06. Independientemente de quien ocupe el cargo de presidente en el Parlamento, la población no está satisfecha con el trabajo realizado por los 130 congresistas y no le falta razón.

El próximo 26 de julio se debe elegir al nuevo presidente para la legislatura 2019-2020 y ya existe más de un candidato en carrera —aunque ninguno oficializado— pues varios no han negado la posibilidad de postular de ser necesario “por el país”. Pero más allá de los nombres, lo que se comienza a percibir es que quienes aspiran a dirigir el recinto de la plaza Bolívar están buscando alianzas que no obedecen necesariamente a afinidades programáticas o ideológicas, sino simplemente a intereses particulares ya sea para continuar en el cargo o para poder asumirlo.

Este tipo de elecciones son un claro ejemplo de la crisis del sistema político porque evidencian que estos pactos multicolores pueden generar victorias, pero hacen muy difícil el trabajo en la legislatura, pues las discrepancias casi siempre afloran inmediatamente cuando se debaten los proyectos. Un ejemplo de cómo los intereses particulares pueden imponerse se ha dado en la postergación de la prórroga de la Ley de Promoción Agraria que quizás no obedezca tanto a los cambios que se quieren introducir en la legislación o un intento por mejorar la situación de los trabajadores del campo, sino más bien a conciliábulos de uno de los aspirantes con aquellos que se oponen a la prórroga de la ley.

Si el Parlamento está trabajando en una reforma política bajo el objetivo declarado de mejorar, la próxima elección del presidente este poder debería ser en función a planteamientos de cómo se quiere llevar adelante la labor congresal. Sin embargo, no tenemos muchas esperanzas en que la elección de la nueva Mesa Directiva del Congreso sea diferente a la de años pasados, es decir, alianzas inimaginables que obedecen más a cómo sobrevivir y lograr mayores réditos políticos que a propuestas. En ese panorama es muy difícil avanzar y sería engañarse pensar que la reforma política realmente va a generar cambios, porque una elección en el Congreso también es política.