Foto 25: El conflicto político se agudizó con la publicación de una foto que mostraba a Vizcarra junto a otros invitados en una reunión. Uno de ellos era Carlos Vargas Loret de Mola, presidente del consorcio Kuntur Wasi.
Foto 25: El conflicto político se agudizó con la publicación de una foto que mostraba a Vizcarra junto a otros invitados en una reunión. Uno de ellos era Carlos Vargas Loret de Mola, presidente del consorcio Kuntur Wasi.

Hoy Martín Vizcarra, elegido vicepresidente en el 2016, juramentará como presidente del Perú. Y aunque hace semanas parte del país reclamaba que esto sucediera, porque estaba a favor de la vacancia de Pedro Pablo Kuczynski, fue la renuncia de este lo que finalmente precipitó que se diera paso a la sucesión constitucional.

Las circunstancias en que se convertirá en presidente no son fáciles. De arranque, heredará los problemas con los que inició PPK, ya que no cuenta con un partido político sólido que lo respalde y más bien la bancada mayoritaria es de oposición y hace notar la fuerza de sus votos. Además, su periodo como ministro de Transportes y Comunicaciones culminó de manera accidentada por el frustrado proyecto del aeropuerto de Chichero. Sin embargo, ya que conoce los errores políticos de su antecesor puede evitar repetirlos.

La primera labor que deberá realizar será conformar el equipo que lo acompañará y que incluye tanto a su Gabinete como al grupo de trabajo que necesitará para su labor. En esta tarea deberá tener mayor cuidado. Vizcarra tendrá que evitar a los sectores extremistas, tanto de izquierda como de derecha, que solo buscan imponer su agenda “anti” y sus propios intereses, planteándolos como si fuesen nacionales. También deberá contar con la inteligencia suficiente para detectar a quienes solo buscan medrar del Estado y alejarse de ellos: los videos que fueron el puntillazo para la caída de PPK son un ejemplo de ello. Tampoco debería darle espacio a quienes actúan con sed de venganza.

Aunque algunos de los ministros durante el periodo de PPK puedan haber realizado una buena labor, lo más recomendable es que prescinda de todos. El hartazgo que tiene la población exige mostrar caras nuevas en el Gobierno.

Los nuevos ministros deben priorizar sus objetivos y centrarse en dos o tres temas. Sin duda, las necesidades de cada sector son varias e incluyen terminar reformas inconclusas e iniciar otras, pero el nuevo Gabinete debería evitar dispersarse en múltiples metas.

Si bien hay temas vitales para el bienestar de la población, tres de ellos serán claves para sintonizar con la ciudadanía: interior, educación y salud. La seguridad sigue siendo una gran preocupación que espera avances significativos. La educación —la mayor apuesta de Vizcarra cuando fue gobernador de Moquegua— ha perdido el ritmo y la orientación de años pasados, tanto de forma como de fondo. Es necesario definir primero qué tipo de estudiantes queremos tener cuando egresen de la secundaria a fin de establecer el camino a seguir para lograrlo. Y en el caso de salud, cualquier avance en positivo para desenredar la maraña existente será aplaudido por los peruanos.

Un tema transversal al que Vizcarra deberá abocarse desde el primer minuto de su mandato también será la lucha contra la corrupción, tanto la pasada como la presente. Esta labor requiere transparencia y coordinación entre Gobierno, Poder Judicial y Parlamento. La eficacia en esta lucha está lejos de lo que el país requiere y la percepción de impunidad debe erradicarse.

Para que su labor sea exitosa, el nuevo mandatario, junto con su Gabinete, deberá trabajar en pos de consensos políticos. En un país donde priman los “antis”, lograr acuerdos es difícil, más aún cuando este año todos los partidos políticos estarán abocados a su propia agenda dadas las elecciones regionales y municipales de octubre próximo. Aun así, es imprescindible consensuar acuerdos mínimos.

Vizcarra ya ha demostrado, como gobernador regional, que tiene capacidad de diálogo, y aunque no lo exhibió durante su paso por el ministerio, ahora tiene una nueva oportunidad. Además, podría transformar en fortaleza una de sus debilidades, ya que al no tener partido disminuye la posibilidad de que la oposición lo vea como un enemigo político a vencer y eso podría ayudarlo para que arribe a acuerdos mínimos de políticas públicas que puedan llevarse a cabo de la mano de las agrupaciones representadas en el Congreso como, por ejemplo, reducir el déficit fiscal, evitando proyectos populistas que generen un mayor gasto o iniciativas que pongan en riesgo la sostenibilidad del crecimiento, que aún tiene altibajos.

Si logra convencer al Parlamento de que ayudar a que el país logre sus metas puede beneficiar los intereses políticos con miras al 2021 de los partidos representados en el Congreso, quizá pueda avanzar en el camino que le toca atravesar durante estos tres años.

Otro tema vital, pero que tal vez no pueda ser abordado desde el primer momento, es impulsar el debate de reformas políticas más profundas que son indispensables para el crecimiento económico del país y que incluye el regreso al equilibrio de poderes que se ha alterado por el último cambio que el Parlamento hizo a su reglamento. Los congresistas necesitan recordar que la Constitución ha establecido un régimen presidencialista, donde si bien debe existir un equilibrio es el Poder Ejecutivo el que prima.

De igual manera, el Ejecutivo no puede pedirle al Congreso que renuncie a su labor de control político. Solicitar información al Gabinete y establecer comisiones investigadoras son parte de la función del Legislativo. Sin embargo, tampoco los parlamentarios pueden olvidarse de que la primera función de los ministros es atender sus carteras y no pasar más tiempo en la Plaza Bolívar que en sus despachos.

Finalmente, si Martín Vizcarra ha decidido asumir el gran reto de tomar la posta luego de la salida de Pedro Pablo Kuczynski, debe saber que tiene un largo camino de tres años que nadie debe pedir que sea recortado, ni por adelanto de elecciones ni por nuevas vacancias. El bienestar del país esta primero.