Andrés Manuel López Obrador, presidente de México (Foto: Reuters)
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México (Foto: Reuters)

BALANCE. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cumplió sus primeros siete meses como presidente de México, al que llegó prometiendo acabar con la corrupción y la pobreza.
Si bien el mandatario cuenta con un alto nivel de aprobación, que ronda el 60%, este ha descendido desde los casi 80% con el que contaba a inicios de su Gobierno, en medio de anuncios de recortes de gastos para funcionarios, la venta del avión presidencial y hasta el recorte de los sueldos estatales.

López Obrador prometió también cambios radicales en el manejo económico para lograr tasas de crecimiento anuales de 4%. Sin embargo, al menos para este año, la tasa parece inalcanzable, ya que el PBI azteca se contrajo en el primer trimestre y esa debilidad habría continuado en los siguientes tres meses del año. El FMI, por ejemplo, estima que el PBI mexicano apenas crecería 1.6% este año y 1.9% en el 2020, la mitad de lo prometido por AMLO.

Y para complicar más el panorama, se suman las tensiones con el Gobierno de Donald Trump. Si bien, el país acaba de emerger de una ola de aranceles que amenazó con imponer el presidente de EE.UU., no se puede descartar que vaya a enfrentar nuevas amenazas de este tipo de parte de su principal socio comercial. El 80% de las exportaciones mexicanas tiene como destino Estados Unidos, por lo que un alza de tarifas podría ser muy grave.

Hace siete meses, la llegada al poder de López Obrador generó cautela de los inversores por la política económica que pudiera implementar. Y esta preocupación resurge ahora, tras la reciente renuncia intempestiva de su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa.

Aunque la designación inmediata de un sucesor, bien visto por los mercados, inicialmente calmó los temores sobre un giro brusco en las políticas económicas, se deja espacio para las dudas. Más aún si se considera que este cambio se da cuando se viene la renegociación de contratos millonarios sobre gasoductos y a poco de haberse detenido la construcción de un aeropuerto, un proyecto de más de US$ 13,000 millones.

Con ese panorama complicado, lo peor que podría hacer López Obrador sería generar mayores temores sobre un posible giro en su Gobierno, donde se dicten medidas alejadas de criterios económicos, y más parecidas a las de otros gobiernos de izquierda en Latinoamérica, cuyas desafortunadas experiencias no se deberían olvidar.