(Foto: Serious Cat/Flickr)
(Foto: Serious Cat/Flickr)

CRECIMIENTO ECONÓMICO. Las proyecciones del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) revelan algo más que un optimismo moderado. Tanto, que para realizar sus análisis de estabilidad financiera, la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) utiliza las proyecciones macroeconómicas del Banco Central de Reserva (BCR), pues son más realistas. El entusiasmo que el MEF suele adicionar a sus cálculos se acentuó con la llegada al poder de PPK y, bajo el presidente Vizcarra, se ha acentuado aún más.

Dos ejemplos. El antecesor de María Antonieta Alva, Carlos Oliva, no dejaba de asegurar que el enfriado PBI repuntaría en el tercer trimestre –se cuidaba de mencionar que en gran parte debido al efecto estadístico–, pero el pasado 8 de noviembre el gerente de Estudios Económicos del BCR, Adrián Armas, dijo que el crecimiento del PBI en dicho periodo fue menor de lo esperado y que la entidad revisaría su proyección para el 2019 con un “sesgo a la baja”. Por ahora, su proyección es 2.7%, que ya está por encima del consenso.

El resultado de setiembre, una expansión de apenas 2.22%, debe haber causado inquietud en el BCR, pues decidió recortar su tasa de interés de referencia de 2.5% a 2.25%, lo cual es un indicio de que la economía necesita un impulso adicional para salir de su hibernación. Entre enero y setiembre, la expansión del PBI fue un desalentador 2.17%, apuntalado por la construcción privada y servicios como telecomunicaciones y banca, ya que minería siguió cayendo y la inversión pública continuó siendo decepcionante.

Segundo ejemplo. El MEF ha mantenido invariable su proyección de 4%. Es más, es la tasa que figura como supuesto para el Presupuesto Público 2020. El problema es que tener como base una cifra inflada genera cálculos también inflados para indicadores como recaudación tributaria y gasto público –incluida la inversión pública–. Quizás el MEF haya optado por no sincerar sus cifras, pues tendría en cuenta que, a pesar de que los montos presupuestados son artificialmente elevados, la incapacidad de gasto de las entidades públicas haría imposible cumplir esas metas.

Lo que más preocupa es que el enfriamiento está incentivando la informalidad. Hasta setiembre, el empleo informal llevaba catorce trimestres móviles (42 meses) ininterrumpidos de incremento. Tal vez es momento que el MEF, como ya lo vislumbra el Banco Central, empiece a sincerar sus proyecciones. Mantener el optimismo es importante, pero sin dejar de tener un cable a tierra.