El BCR explica que dicho uso redundante o improductivo de recursos estatales podría afectar negativamente el crecimiento del PBI potencial, ya que resulta en menor capital físico o infraestructura de menor calidad. (Foto: Andina)
El BCR explica que dicho uso redundante o improductivo de recursos estatales podría afectar negativamente el crecimiento del PBI potencial, ya que resulta en menor capital físico o infraestructura de menor calidad. (Foto: Andina)

“Sustancial”, es el adjetivo que el utiliza para calificar el desperdicio de dinero destinado a gasto público en el. Es que la entidad calculó las pérdidas con cifras del presupuesto del 2021, en base a tres metodologías –del BID, el FMI y la Contraloría, respectivamente–. El BCR concluye que el impacto del uso “redundante e improductivo” de recursos, como consecuencia de ineficiencias en los procesos de procura pública –adquisición de bienes y contratación de servicios y de obras (– se situó en un rango entre S/ 10,853 millones (equivalentes a 1.2% del y S/ 16,394 millones (1.9% del PBI) para dicho año.

El estimado más elevado, correspondiente a la metodología del BID, incluye pérdidas por ineficiencia técnica, así como el peor mal que sufre la administración pública peruana: . Más que sustancial, ese desperdicio es vergonzoso, escandaloso y, en el caso del uso indebido de recursos públicos, punible. Con la incesante acumulación de indicios de ineptitud y malos manejos presupuestales en el –acaban de detener a su exministro de Vivienda, , pero muchos otros exfuncionarios siguen prófugos–, cabría preguntarse cuánto habrán aumentado esas cifras el 2022.

Hay que precisar que los cálculos no corresponden únicamente al Gobierno nacional (ministerios y agencias adscritas, como Provías), sino también a los niveles subnacionales (gobiernos regionales y municipales), además de las universidades estatales. El BCR explica que dicho uso redundante o improductivo de recursos estatales podría afectar negativamente el crecimiento del PBI potencial, ya que resulta en menor capital físico o infraestructura de menor calidad. Las consecuencias son bastante visibles, por ejemplo, en puentes que se desploman, colegios que se desmoronan o calles que se resquebrajan a los pocos meses de haber sido renovadas.

La solución parece utópica. Es que mejorar sustancialmente la calidad del gerenciamiento estatal no se consigue con leyes. Y el Gobierno de Dina Boluarte no parece entenderlo, pues el proyecto de ley que crea la Autoridad Nacional de Infraestructura, enviado por el al a fines de marzo, omite a otra autoridad nacional, la del , para la designación del jefe –y del gerente general y demás altos funcionarios–. De hecho, el nombre de Servir no figura por ningún lado, lo que significa que la selección se hará “a dedo”. Y así quieren que la inversión pública sea eficiente.

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