Redacción Gestión

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PULSO PERÚ. Si algo dejó claro la campaña política que acaba de terminar es que el Perú no es una sociedad muy tolerante y que, por el contrario, cada vez está más polarizada. Esta percepción ha quedado confirmada en la última encuesta de Pulso Perú, donde, según el análisis realizado, un 39.9% de la población puede ser calificado de tendencia autoritaria, cifra que se ha incrementado con relación al año pasado. Este incremento es más notorio en el sur del país, donde subió casi 18 puntos. Solo el oriente y Lima mostraron una disminución de 18 puntos el primero y de 4 la segunda.

Si bien sigue siendo mayoritario el número de personas que son de centro (51.6%), resulta preocupante que la cifra haya disminuido con respecto al 2015. En este caso, también son Lima y el oriente las únicas zonas donde se incrementó el porcentaje (2 y 18 puntos, respectivamente).

Además del test de Nolan aplicado, hay otras respuestas que evidencian la tendencia. Por ejemplo, en materia de libertad de expresión, la mayoría se muestra a favor de prohibir la difusión de opiniones equivocadas que buscan manipular o influir, de establecer el servicio militar obligatorio o de prohibir la homosexualidad, la poligamia y la prostitución.

En materia económica, la mayoría cree que la pensión de jubilación debe estar garantizada por el Estado, aunque con algún tipo de modelo mixto que permita contar con un sistema público y un sistema privado; que el Estado debe limitar el ingreso de productos de otros países para favorecer a los nacionales y que los trabajadores deben legalmente ser protegidos contra el despido y las malas condiciones de empleo.

Asimismo, la mayoría considera que la seguridad de todos está por encima de los derechos individuales y, si bien no es mayoritario, un 34% cree que se debe limitar el ingreso de nuevos inmigrantes. Sin duda, hay una tendencia a querer una mayor intervención del Estado en todos los ámbitos de la vida, tanto el personal como el económico.

En una sociedad autoritaria, la búsqueda de soluciones consensuadas es mucho más difícil, la convivencia social se complica y se genera el escenario perfecto para proyectos políticos radicales. Por ello, corresponde a las autoridades, líderes políticos y agrupaciones de la sociedad civil seguir apostando por una sociedad donde el diálogo y la tolerancia se vayan abriendo paso.