CENSURA. Luego de más de cuatro meses de críticas constantes, el Congreso específicamente las bancadas de Fuerza Popular y el Apra logró encontrar las dudas necesarias para la interpelación al ministro de Educación, Jaime Saavedra. Hizo mal el Gobierno y sobre todo el ministro al creer que no había nada por responder. Si desde el inicio se hubiese asumido una actitud diferente, Saavedra podía haberse presentado con anterioridad ante el Parlamento y quizá el resultado sería diferente.
Sin embargo, la censura es un paso que nunca se debió dar. Si bien cuenta con los votos, censurar al ministro de Educación será una victoria pírrica del fujimorismo, pues la opinión pública puede percibir que esta medida está basada en intereses particulares de los congresistas y no en un afán real de fi scalización, aunque no necesariamente sea así. No obstante, es probable que el Gobierno, como ya ha sucedido, desaproveche esta oportunidad.
La sesión de interpelación dejó, además, sinsabores. Por un lado, una bancada ofi cialista débil que no supo defender a su ministro. Por otro lado, congresistas de la oposición que llegaron a cuestionar la prueba Pisa sin tener en cuenta de que su elaboración, aplicación y difusión dependen de la OCDE, lo cual deja en claro que algunos parlamentarios también deberían pasar por dicha prueba.
Ahora que se abre el proceso de la censura haría bien el Gobierno tener en cuenta de que la estabilidad del país es más importante que la de un ministro y, por lo tanto, dejar de escuchar la voz de quienes piden hacer cuestión de confianza del Gabinete por la permanencia de Saavedra.
El Congreso también haría bien, tanto la oposición como el oficialismo, de no minimizar a la opinión pública que cada vez está más harta de la actuación de los parlamentarios.
Es tan fuerte el ruido político, que ayer la atención estaba centrada en la censura planteada por el fujimorismo y no en el paquete de medidas aprobadas el miércoles para reactivar la economía. Corresponde al Ejecutivo elaboraruna estrategia para una relación menos confrontacional con el Parlamento y pensar no solo en el reemplazo de Saavedra, sino también en un reajuste del Gabinete antes de que termine el próximo verano.